Un psiquiatra riojano en Madrid: “al salir del turno, la angustia cae a plomo”

Un psiquiatra riojano en Madrid: "al salir del turno, la angustia cae a plomo"

Rioja2

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Los sanitarios están enfrentándose a una situación sin precedentes con esta crisis, especialmente en Madrid, donde han vivido una sobrecarga asistencial importante sin contar con los medios adecuados. El psiquiatra calagurritano Ignacio Vera trabaja estos días en primera línea para apoyar a profesionales, pacientes y familiares.

Vera tiene 43 años y reside en Madrid desde hace 20 años, donde trabaja en el Instituto de Psiquiatría y Salud Mental y en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Como relata a Rioja2, la crisis en Madrid ha sido “extremadamente complicada”. La epidemia ha sido “cambiante y difícil de prever”, por lo que las autoridades y las instituciones “no han podido articular una respuesta que haya permitido a la población recuperar una mínima sensación de control y dominio”

No ha sido fácil para los sanitarios, que han tenido que lidiar con una situación de emergencia sanitaria “confrontados con unos recursos precarios e insuficientes y con no poder dar salida a una situación que la sociedad nunca contempló que pudiera darse en los tiempos presentes”.

La desprotección ha sido muy importante y la sobrecarga asistencial, masiva, según detalla Vera. “Se ha estado trabajando en circunstancias extenuantes. Las condiciones laborales de los sanitarios en general y de los médicos en particular ya eran muy precarias antes de esta situación. Me temo que cuando pase todo esto va a haber una verdadera revolución médica”.

A eso hay que añadir los factores inherentes a la epidemia. Por una lado, el miedo constante al contagio y las estrictas medidas de bioseguridad “que suponen un estado de incomodidad y alarma constante, lo que dificulta enormemente la atención y el confort a los enfermos”.

Por otro, la incertidumbre de afrontar en la clínica una epidemia “para la que, muchas veces hay más dudas que certezas teniendo que luchar contra la precariedad en lo material y en lo técnico. Los profesionales han tenido que tomar además decisiones éticas sumamente complicadas”.

La situación de profesionales, pacientes y familias

¿Cómo afrontan los profesionales a nivel emocional esta pandemia? Vera nos explica que “el sentimiento de sobrecarga y desbordamiento ha sido, desde luego, generalizado. A esto se han sumado miedos lícitos pero a menudo silenciados: el temor al contagio por tener que atender ellos mismos a pacientes infectados, el miedo ante la posibilidad de contagiar a tus propios familiares y amigos al volver a casa e incluso el estigma al que pueden verse sometidos por estar directamente expuestos a la epidemia que también existe más allá de que te reconozcan. Y, además, la impotencia por lo que uno no ha podido hacer. Y este último es un elemento muy difícil de tramitar emocionalmente”.

Y es que en los hospitales madrileños “se ha respirado un ambiente de catástrofe absoluto”. Los profesionales han estado trabajando “en mitad de una situación emocional complejísima”. No ha habido tiempo para pensar ni para sentir, sólo para actuar. “Hemos estamos asistiendo, en algunos casos, a situaciones de verdadera disociación emocional durante los turnos de trabajo. Es un mecanismo de adaptación. Es como si hubiera que desconectarse del dolor y del miedo para poder responder a las exigencias laborales. Pero al salir del turno la angustia cae a plomo”.

La situación de los pacientes también es “descorazonadora”. Han tenido que ser aislados durante el ingreso y afrontar la enfermedad y muchas veces la muerte en soledad. También ha sido duro para los familiares: “la culpa y la impotencia de no poder estar cerca, de no poder cuidar o de no poder despedirse. Esta situación es difícil de describir. Hay malestares para los que la palabra no alcanza”.

Programa de intervención psicológica

Para hacer frente a esta situación, desde el Instituto de Psiquiatría y Salud Mental ha organizado un programa de intervención psicológica en el que trabajan con profesionales, realizando grupos de apoyo, intervenciones psicoterapéuticas individuales y ayudándoles en la comunicación de las noticias a los familiares de los pacientes.

También con todos los pacientes que han requerido apoyo psicoterapéutico dadas las duras condiciones del ingreso a las que se han visto sometidos, y con las familias, para las que o bien han facilitado la despedida cuando han podido, o bien han prestado apoyo psicoterapéutico cuando lo han estimado oportuno.

Todas ellas son intervenciones en las que es esencial tener en cuenta que “esta no es una situación que pueda psicologizarse ni psiquiatrizarse. Hablamos de malestares normales ante situaciones anormales. Estamos tratando de cuidar la salud mental de nuestros colegas para que al cansancio físico no se una el emocional, de acompañar emocionalmente a aquellos pacientes para quienes es difícil tramitar esta situación en soledad y de dar un espacio de escucha a familias absolutamente rotas por la separación y por la pérdida de sus familiares. Es para nosotros tiempo de cuidar. La sociedad se ha quebrado. Hay que ayudarla a recomponerse”.

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