El reto de criar a un hijo oyente siendo sordos: ¿cómo le enseño a hablar?

El reto de criar a un hijo oyente siendo sordos: ¿cómo le enseño a hablar?

Rioja2

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Si ser padres es ya de por sí una aventura, hacerlo siendo sordos es todo un reto. Y es que se suele hablar del impacto que supone tener un hijo sordo, pero ¿cómo afrontan unos padres que no pueden oír tener un hijo oyente? ¿Cómo le enseñan a hablar?. José y Ai, vecinos de Logroño, se enfrentaron a esta situación cuando tuvieron a su hija Dana, hace once años, y el proceso durante este tiempo ha sido mucho más natural de lo que cabría esperar.

Cuando nació, los médicos le hicieron varias pruebas para comprobar que Dana no padecía sordera. A partir de ahí, es normal que surjan las dudas y la incertidumbre. “Nosotros intentábamos vocalizar, yo no puedo hacer frases largas pero intentaba decir palabras, números...”, explica José, quien también detalla que contaron con la ayuda de un logopeda para que “aprendiera a pronunciar mejor y a decir palabras, hasta que empezó a decir frases”.

“Queremos que vea que nos podemos defender perfectamente”

¿Y el paso a la etapa escolar? José reconoce que a Dana “le costó la adaptación, pero hicimos un esfuerzo por parte de todos”. De hecho, sus padres se sorprendieron porque “aprendía bastante rápido”. Su evolución en el colegio ha sido normal, como la de cualquier otro niño, y cuando sus padres necesitan hablar con un profesor, recurren a un intérprete de lengua de signos.No es complicado, sólo necesitamos ajustar las citas a la disponibilidad del intérprete y ya está”.

Al mismo tiempo, Dana ha ido aprendiendo la lengua de signos. “Le hemos ido dando signos poco a poco: el abecedario, los países... Ha sido una comunicación natural. Aprendió muchísimo y lo ha ido interiorizando todo muy bien”. Y es que los signos son el lenguaje con el que Dana se comunica con sus padres, el idioma que utilizan en su casa.

“Ella nos hace signos para identificar a sus compañeros con sus características más representativas y así los identificamos y nos puede hablar de ellos”, relata José.

Fue precisamente a través de lengua de signos como su sobrino Pornchai Kamaluang se comunicó con ellos desde Tailandia para decirles que estaba bien. Pornchai, hijo del hermano de Ai, era uno de los doce niños atrapados junto a su entrenador en una cueva el pasado verano. José, Ai y Dana vivieron todo el rescate con mucha expectación desde Logroño y en agosto viajaron allí para visitar a su familia.

Eso sí, José y Ai tienen claro que no quieren que su hija asuma el rol de intérprete dentro de la familia. Y es que recurrir a Dana para pedir en un bar de La Laurel o para hacer una gestión en un banco sería la solución más rápida, pero no la que recomiendan los expertos, quienes creen que es más aconsejable recurrir a los servicios profesionales de interpretación en lenguaje de signos o solventar la situación sin tener que solicitar la ayuda del menor.

“Dana lo hace muy poco. No queremos que haga de intérprete, porque preferimos manejarnos solos y no abusar de ella. Queremos que vea que nos podemos defender perfectamente y solo nos avisa de cosas puntuales”.

Esto hace de Dana una niña bilingüe, con todas las ventajas que esto conlleva. Tiene más facilidad para procesar la información y más agilidad mental, puesto que habla dos lenguas desde pequeña. Ha sido, sin duda, “muy enriquecedor”, afirma orgulloso José, quien demuestra que, en numerosas ocasiones, no existen más barreras que las que nosotros mismos nos creamos.

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