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“Somos frikis del oficio pero la Estrella Michelin era un sueño inalcanzable”

"Somos frikis del oficio pero la Estrella Michelin era un sueño inalcanzable"

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Si sumamos Iñaki Murúa y Carolina Sánchez el resultado es Ikaro. Más allá de la conjunción de las letras de sus nombres, Ikaro es la suma de su forma de entender la gastronomía, un proyecto de vida común a través de la cocina. Ikaro es un sueño que hoy ha subido un escalón más en su andadura al conseguir una Estrella Michelin, el galardón más preciado en el mundo de la gastronomía.

Hace un año y siete meses que esta joven pareja abrió las puertas de su restaurante en la avenida de Portugal de Logroño. Un proyecto en el que ambos conjugaron sus sueños individuales en uno conjunto, un templo de la gastronomía en el que tratan de ofrecer cada día cocina creativa y de calidad con la originalidad que ofrecen sus orígenes (Carolina es de Ecuador e Iñaki riojano) y su dilatada trayectoria (ambos han pasado por las cocinas de grandes restaurantes como Berasategui, Celler de Can Roca o Venta Moncalvillo).

“Nos decían que íbamos a recibir una invitación pero nunca llegaba”

“Nuestra cocina es a tres bandas, la de Carolina, la mía y la que proporciona el entorno en el que hemos asentado nuestra casa”, cuenta Iñaki, “es una mezcla de cocina tradicional de La Rioja con cocina latina, algo muy especial en Logroño que prácticamente no existía y que ahora tiene otros exponentes como el Ajo Negro”.

Estrella Michelin para Íkaro

Ahora, con la Estrella Michelin, ambos cumplen un nuevo sueño. “Nunca lo hemos tenido en mente, lo que hemos buscado en todo momento es la calidad, el crecimiento”, señala el cocinero, “somos unos auténticos frikis del oficio, igual que los amantes del fútbol siguen a Messi o Cristiano, nosotros siempre hemos admirado y seguido a cocineros como Francis (Paniego) e Ignacio (Echapresto). Siempre sueñas con llegar a ello pero era algo que nos parecía inalcanzable”.

Llevaban meses avisándonos pero no lo podíamos creer

El rumor llevaba tiempo rondando en los círculos gastronómicos españoles. “Nosotros ya habíamos trabajado en restaurantes Michelin y sabíamos cómo funcionaba. Un día te hacen una reserva para dos y cuando llega el momento te dicen que uno de ellos no podrá venir. Ese día llegó una persona, intuíamos que era él y al final de la comida se presentó pero nos dijo que íbamos a entrar en la guía como restaurante recomendado, eso para nosotros ya fue una alegría enorme”.

“Hacer comida tailandesa me parecía lo más, hasta que en Venta Moncalvillo me bajaron del burro”

Un tiempo después volvió otro inspector de la Guía Michelín, “este no se presentó pero sabíamos que era él porque otros compañeros nos iban avisando de que iba a venir”. También es conocido en el mundillo que cuando te invitan a la gala es porque te van a conceder la Estrella. “Muchos compañeros nos empezaron a avisar de que nos iba a llegar la invitación pero nunca llegaba”, cuenta Iñaki, “hasta que un día que estaba malo me fui antes del restaurante y al llegar a casa, allí estaba la preinvitación en el correo, fue una ilusión enorme. Hace una semana nos llegó ya la invitación oficial”.

Los hermanos Echapresto, los maestros que pusieron los pies en la tierra

Antes de abrir Ikaro, Iñaki y Carolina habían pasado por varias cocinas. “Mis primeras prácticas fueron en Los Arandinos pero cuando realmente empecé a trabajar como cocinero fue en Venta Moncalvillo, allí ya todo fue más maduro, hicimos un grupo muy majo y yo ya podía aportar más”, explica el chef riojano, “de los hermanos Echapresto aprendí sobre todo la personalidad. Ellos han luchado por mantener un restaurante en su pueblo, de apenas 60 habitantes, con las ideas muy claras, y eso es lo que a mí me gusta, la gente con las ideas claras”.

“Yo llegué allí queriendo hacer comida tailandesa tradicional, porque me parecía lo más”, recuerda Murúa entre risas, “y fueron ellos los que me bajaron del burro y me enseñaron a enfocarme en la cocina tradicional de aquí pero añadiéndole destellos”.

Ignacio Echapresto reconoce a Rioja2 que siempre tuvo claro que Iker llegaría lejos. “Cuando tienes en tu cocina a un alumno aventajado eres muy consciente de que va a llegar lejos, de que en un momento volará en solitario y alcanzará todos sus sueños”, explica, “para mí es un auténtico orgullo que hayan conseguido esta Estrella”.

Iñaki y Carolina, un proyecto común en la cocina y en la vida

Ikaro tiene poco más de un año y medio pero su recorrido parece ya imparable. El secreto de este ascenso meteórico parece ser la complicidad y el buen hacer de sus dos almas creadoras. “Carolina y yo teníamos nuestros sueños individuales pero al conocernos se convirtieron en un sueño conjunto, somos una pareja en el trabajo y en la vida, pasamos 24 horas juntos y, como en las parejas, también en la cocina es importante que unas veces tire uno del carro y otras veces otro”.

Ambos tienen claro que la Estrella Michelín no cambiará su relación ni tampoco su cocina. “Siempre nos hemos exigido mucho y esa filosofía no va a cambiar. Siempre hemos tenido claro que cada cliente es el mejor y por tanto tenemos que darle lo mejor. Es verdad que ahora nuestro público es casi al 90% gente de la zona y sabemos que eso cambiará, la Estrella nos situará en el mapa y vendrá gente de fuera, pero a todos les seguiremos atendiendo con la misma ilusión que el primer día”.

Ahora toca celebrar, disfrutar. “Lo haremos con champange y vino y con una cena con todo el equipo del jueves cuando lleguemos a Logroño (Ikaro arrancó con cuatro personas y ahora lo componen un equipo de ocho), porque esto no es un reconocimiento a Iñaki y Carolina, es un premio al trabajo conjunto, al que hacemos todos como equipo cada día”.

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