Un catedrático apuesta en la UR por la tolerancia y no por los medicamentos para tratar el TDAH

Un catedrático apuesta en la UR por la tolerancia y no por los medicamentos para tratar el TDAH

Rioja2

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El catedrático de Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Oviedo, Marino Pérez, ha defendido hoy que los niños diagnosticados con TDAH “no son enfermos” y necesitan tolerancia para entender que “sus movimientos son una manera de ser”.

Pérez ofrece hoy, jueves 5 de julio, a las 16:00 horas, la conferencia 'El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): más allá de los síntomas, una forma de ser' que abre el Curso de Verano Salud Mental y Bienestar Emocional Infanto-Juvenil: Retos para el siglo XXI.

En declaraciones anteriores a los medios de comunicación ha defendido que el TDAH “no es una enfermedad”, al cerebro de esos niños “no le pasa nada” y la medicación “no hace más que paliar lo que los niños puedan molestar en un momento dado”.

Ha explicado que, si bien “la forma habitual de entender el TDAH es mediante un diagnóstico” y definiéndola como “un trastorno y una enfermedad”, su posición consiste en “entender que el TDAH no tiene una entidad clínica, no es una enfermedad mental, al cerebro de los niños que se diagnostica TDAH no les pasa nada”.

“Yo, por el contrario, trato de entender que el TDAH es una manera de ser, un estilo de personalidad que caracteriza a ciertos niños, como también a adultos, que tienen más energía; pero eso no define una enfermedad, sino una manera de ser que, además, está muy acompasada con nuestra sociedad actual, muy hiperactiva”, ha relatado.

Así, de acuerdo con su postura, que es, también, ha dicho, “un movimiento mundial que sostienen muchos médicos y psiquiatras”, el TDAH no se concebiría “como enfermedad que habría que medicar sino como una manera de ser que habría que tolerar y, al mismo tiempo, ayudar a los niños en el caso de que esa hiperactividad supusiera alguna dificultad para el progreso escolar, o para aprender en contextos en los que a veces hay que esperar”.

En este sentido, ha señalado que “hay que partir de que las personas, empezando desde edades muy tempranas, somos diferentes, y esas diferencias en cuanto a ser más movidos, o más inquietos, no implican una enfermedad, acaso un temperamento distinto”.

“Lo que pasa es que en esta sociedad, en los últimos treinta años, esta manera de ser resulta problemática y se suele convertir, mediante un diagnóstico, en una supuesta enfermedad; y la medicación, como el principal remedio para ese problema”, ha dicho.

A esto ha sumado que “lo que se sabe de la medicación en estudios hechos a largo plazo es que va a disminuir la estatura de los niños que la toman de forma continuada, sin disminuir el problema”.

Así pues, ante un niño con estas características ha considerado que “lo primero que habría que considerar es que el niño no es un enfermo y, dentro de esa forma de ser, ser más tolerantes y en vez que considerar que sus movimientos son síntomas de nada, entender que son una manera de ser”.

Después, “crear contextos en los que se facilite que aprendan las cosas que los adultos queremos que aprendan, como a saber esperar; y que se facilite el autocontrol”.

En este sentido, ha entendido que “las actividades deportivas son interesantes, no tanto por gastar energía sino porque se aprende a esperar, a seguir reglas y a relacionarse con otros”.

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