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La historia de Kurosh, un refugiado iraní en Logroño: “Vine a la libertad”

La historia de Kurosh, un refugiado iraní en Logroño: "Vine a la libertad"

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Ahora es profesor de inglés en La Rioja, pero Kurosh entiende perfectamente cómo se sienten los migrantes que este domingo desembarcaron en Valencia. Y es que hace más de 30 años, él fue un refugiado que tuvo que dejar su Irán natal por la cruenta persecución que los islamistas realizaron sobre los baha'is, religión que profesa.

Kurosh Yalda'i no llevaba nada encima, iba con lo puesto cuando su padre lo montó en una lancha rumbo a los Emiratos Árabes. Sólo era un niño, tenía 14 años, pero su padre decidió que sólo podría aspirar a un futuro mejor si dejaba el país. Y eso que era el único familiar que le quedaba, pero la situación en Irán era insostenible. “Fue un riesgo que él asumió para darle una oportunidad a su hijo”, recuerda Kurosh.

Cuando Jomeini derrocó al sha en Irán en 1979 comenzó una dura persecución contra otras religiones, entre ellas los baha'is. No les dejaban trabajar ni estudiar, les detenían, les encarcelaban... Su madre y su hermano fueron asesinados y su padre pasó en la cárcel tres meses. Ese no era el entorno en el que quería que su hijo se criara, así que, tras ver partir a otros dos hijos anteriormente, decidió que era el momento de que Kurosh huyera.

“Fue un riesgo que él asumió para darle una oportunidad a su hijo”

Después de intentarlo varias veces, consiguió llegar escondido en la bodega de una lancha a los Emiratos Árabes, donde tenía familia. Nada más llegar a la playa hubo una redada y fue detenido. Kurosh fue condenado a 14 días de prisión y a ser deportado a Irán. De hecho, los que viajaban con él fueron enviados de vuelta a su país. Sin embargo, con el apoyo de la comunidad baha'i, logró presentarse ante la ONU, donde contó las persecuciones que se estaban viviendo en su país -y que hoy, en menor medida, continúan- y consiguió la documentación necesaria.

“Vine a la libertad”

Continuó así su periplo con una parada en Grecia y otra en España, siguiendo a su hermana, que vivía en Teruel. Y de ahí, a Logroño, donde su hermana se trasladó al casarse. Los comienzos no fueron fáciles. Kurosh no conocía el idioma ni las costumbres, pero logró aprender español en un año e incluso aprobar el curso, 1º de BUP. Después estudió Filología Inglesa y se convirtió en docente. Incluso ha escrito un libro de relatos: 'El aroma de la vida'.

Y eso que el proceso de adaptación al llegar no fue fácil: “Aquí había otra mentalidad, vivían la vida de otra forma. Yo venía de un país oprimido, con un retroceso importante desde la revolución, y vine a la libertad”. Poco a poco fue cambiando sus hábitos y acostumbrándose a Logroño, donde se siente arropado por su familia, sus amigos y la comunidad baha'i presente en la región.

En cualquier caso, reconoce que sigue echando de menos los bellos paisajes de su país, la comida, los sabores y olores. “Algún día me gustaría volver, para ver cómo ha cambiado el país”, aunque sólo de visita. Su vida, después de más 30 años, está aquí y Kurosh se siente un riojano más. Eso sí, su periplo tuvo todavía una parada más.

Traductor del Ejército español

En 2008, Kurosh todavía no trabajaba como profesor y regentaba un comercio de alfombras en Logroño, pero la crisis le afectó de lleno y decidió probar suerte buscando otro trabajo. Así acabó en Afganistán, trabajando como intérprete del Ejército español. Y es que allí hablan una variedad de su primera lengua, el farsi.

Allí estuvo 15 meses, haciendo de intérprete con las autoridades, traduciendo textos, realizando labores de ayuda humanitaria... Lo que vio en Afganistán no se le ha olvidado. “Había mucha pobreza y muchas necesidades. Pueblos enteros sin agua potable, un país sin infraestructuras y casi sin carreteras asfaltadas... Teníamos que dar protección a los que hacían las carreteras. Además, mucha gente no sabía leer ni escribir, faltaba alfabetización y las mujeres vivían reprimidas”.

Experiencias que le han ido curtiendo y de las que ha extraído sus propias enseñanzas, a las que ahora vuelve viendo dramas como el de la inmigración en aguas del Mediterráneo. “El planeta tiene que unirse”, asegura. Así lo dicta su fe, la religión baha'i, que apuesta por crear “un planeta unido”. Para él, es el siguiente paso como humanidad, una nueva etapa en la que se mezclen las culturas, las personas y las ideologías. “Si aceptamos ese proceso y ayudamos, eso se logrará antes. Si ofrecemos resistencia, costará más”. Porque Kurosh lo tiene claro: “Ningún ser humano es un extranjero en el planeta”.

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