Esta es la verdadera historia del Sitio de Logroño: ¿los enemigos eran franceses?

Esta es la verdadera historia del Sitio de Logroño: ¿los enemigos eran franceses?

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Introducción

Escribir sobre el Sitio de Logroño, ahora que se acerca de nuevo la festividad de San Bernabé, es un proceso delicado, sobre todo porque cuando la historia cambia respecto a lo conocido por la sociedad, suelen activarse críticas que dejan atrás lo racional para concentrase en lo visceral, más aún cuando se intentan recomponer hechos históricos que afectan al sentimiento e identidad de una ciudad y a su construcción, a menudo idealizada, generadora de consensos culturales, más aún si los acontecimientos históricos tienen tintes heroicos y salvadores de la identidad colectiva.

Es por ello, que aunque los hechos históricos estén refrendados por documentos de archivo y por una investigación basada en métodos científicos rigurosos, es muy difícil que la realidad histórica se haga paso entre la identidad cultural aceptada, aunque construida en falsos históricos, o en hechos totalmente superados por la historiografía más reciente.

“Es muy difícil que la realidad histórica se haga paso entre la identidad cultural aceptada”

Para acercarnos al hecho que nos concierne, el Sitio de la ciudad de Logroño, será necesario retroceder y conocer los precedentes que llevaron a este acontecimiento, por ello, no podemos obviar lo que sucedió en el Reino de Navarra desde los años previos a su conquista por Castilla en 1512 y el desenlace en los años veinte del siglo XVI, y las diferentes posiciones entre las monarquías más potentes de esos años.

El contexto previo a la conquista del Reino de Navarra

Los primeros años del siglo XVI en el territorio europeo actual cuentan con la presencia de dos grandes potencias, por un lado la monarquía de Luis XII que se disponía, aunque sin ocuparlo por completo, por el actual territorio francés, y por otro lado, las Coronas de Aragón y Castilla en territorio hispánico, donde Fernando el Católico reinaba en los territorios aragoneses y regentaba las posesiones castellanas tras la muerte de Isabel la Católica.

Las primeras disputas entre ambas potencias tuvieron lugar por el control de algunos territorios de la Península italiana como el reino de Nápoles y el ducado de Milán y también en la zona del Pirineo Occidental.

En el interior del Reino de Navarra, los conflictos entre beaumonteses y agramonteses comenzados desde mediados del siglo XV aumentaban y tanto Juan como Catalina se afanaron en intentar calmar las aguas, tanto internamente como en el exterior. El clima de paz no duró demasiado, ya que en 1511-1512, la muerte de Gastón de Foix, general de Luis XII, provocó que la heredera al trono fuera Germana de Foix, esposa de Fernando el Católico, algo que suponía un ataque en su propio territorio y que provocó que el 18 de julio de 1512, Luis XII y los reyes de Navarra firmasen el tratado de Blois, por el que los navarros recuperarían las posesiones de la casa de Foix y su soberanía en el Bearn y se comprometían a lo dejar pasar por sus tierras a aquellos ejércitos que pudieran atacar a Luis XII. Esto provocó la excusa perfecta para Fernando el Católico y a través de la cual basó su estrategia de conquista.

“Si por algo se ha conocido a Fernando el Católico es por su gran capacidad política de la época”

La Conquista del Reino de Navarra

Si por algo se ha conocido a Fernando el Católico es por su gran capacidad política de la época. Un día antes de la firma del tratado de Blois, el monarca publicaba la “Suma del concierto y capitulación de entre el rey de Francia y el rey de Navarra contra la Santa Liga de la Iglesia”, un movimiento por el cual solicitaba a su aliado el Papa Julio II su beneplácito para poder invadir el reino de Navarra.

Con esta iniciativa, el 19 de julio de 1512 partía de Salvatierra de Álava el segundo duque de Alba, Fradrique Álvarez de Toledo con un total de unos diez mil hombres y el 21 de julio entraban en el reino navarro. Ese mismo día, el rey Juan de Navarra mandaba a su esposa e hijos al Bearn. El 23 de julio, el monarca no podía detener el avance de las tropas del duque de Alba y se refugiaba en la localidad de Lumbier escapando del asedio a Pamplona. El 25 de julio entraba en Pamplona y un mes más tarde, se firmaba en Calahorra el monitorio “Etsi hii qui christiani”, donde se manifestaba la prohibición de ayudar a las tropas herejes, bajo la advertencia de excomunión a quien lo hiciera mediante la bula papal “Pastor ille caelestis”.

La incorporación del Reino de Navarra a Castilla

Una vez tomada y asegurada la ciudad de Pamplona, y pese a los inútiles llamamientos de Juan de Navarra a resistir a otras ciudades, entre julio y septiembre de 1512, el reino pasaba a estar bajo control de Fernando el Católico.

No obstante, el control efectivo fue bastante difícil. Juan de Navarra solicitó el apoyo de Luis XII mediante el tratado de Blois, el cual respondió enviando el 15 de octubre un cúmulo de unos quince mil soldados al mando del general La Palice que entraron por los valles del Roncal y Salazar, mientras internamente, se producían levantamientos populares en varias localidades, con el objetivo de aislar al duque de Alba que en aquellos momentos se encontraba al otro lado de los Pirineos y comenzar el asalto a Pamplona.

La estrategia no llegó a buen puerto y las tropas de La Palice y de Juan de Navarra tuvieron que retirarse, sufriendo una gran cantidad de bajas. Este hecho provocó la firma de varias treguas entre Luis XII y Fernando el Católico, dejando en parado las aspiraciones de los reyes de Navarra de recuperar el territorio.

Finalmente, el 11 de junio de 1515 en las Cortes de Burgos, el duque de Alba, en nombre del monarca Fernando el Católico, procedió a la incorporación del reino de Navarra a la Corona de Castilla, ratificado este hecho el 7 de julio también en Burgos.

El complejo 1516: el intento de recuperación del Reino de Navarra

Tras la muerte de Luis XII el 1 de enero de 1515 y de Fernando el Católico el 23 de enero de 1516, nuevos protagonistas se dieron contienda. Francisco I tomaba posesión de la monarquía del territorio francés y Carlos I, nieto de Fernando el Católico lo hacía de la monarquía hispánica.

Francisco I se dirigía a recuperar los territorios de la Península italiana y conseguía hacerse con el ducado de Milán, además de comprometerse con los anteriores reyes de Navarra, Juan y Catalina para recuperar su reino. Por su parte, Carlos I, antes incluso de ser nombrado monarca hispánico, llegaba a acuerdos con Francisco I para iniciar negociaciones con los Albret-Foix, Juan y Catalina.

Las convulsiones en la Corona de Castilla tras la muerte de Fernando el Católico fueron el escenario propicio para que los antiguos reyes navarros intentaran recuperar el reino. La Semana Santa de 1516 las tropas de Juan de Albret asediaba la fortaleza de San Juan de Pie de Puerto y se hacía con el control de Roncesvalles, aunque a diferencia de lo que se esperaba, el apoyo no fue tan grande como el esperado y finalmente fueron derrotados en Isaba y numerosos agramonteses fueron hechos prisioneros por las tropas castellanas. La iniciativa fracasó y las plazas fuertes del reino de Navarra fueron derribadas por orden del regente cardenal Cisneros.

Tensiones y el Sitio de Logroño de 1521

El intento fallido de recuperación del Reino de Navarra provocó el incremento de las hostilidades entre las monarquías de Francisco I y de Carlos I. Tras las muertes de Juan de Albret y de Catalina de Foix, el heredero al trono era Enrique II de Albret. Las negociaciones entre la monarquía hispánica y los Albret no llegaron a buen puerto para devolver el reino navarro a los Albret, a lo que se sumó la elección de Carlos I como emperador del Sacro Imperio Germánico el 28 de junio de 1519, lo que supuso la ruptura total con Francisco I.

El 10 de mayo de 1521 Francisco I envió una expedición a Logroño bajo el mando del señor de Asparrot

La guerra se inició en diferentes frentes, sobre todo en el ducado de Milán, Países Bajos y Navarra. En el interior del territorio hispánico, el levantamiento de los comuneros convulsionaba también el reino, por lo que todo esto fue aprovechado por Francisco I para enviar el 10 de mayo de 1521 una expedición compuesta por tropas de diferentes territorios y no todos pertenecientes a la monarquía de Francisco I, por lo tanto no franceses, bajo el mando de Andrés de Foix, señor de Asparrot.

Asparrot ocupaba San Juan de Pie de Puerto y el 16 de mayo Roncesvalles y el castillo de Maya, el 19 de ese mismo mes se encontraba a las puertas de Pamplona que capitulaba el 21 de mayo. La heterogeneidad de las tropas de Asparrot consiguieron el control del reino navarro y asaltaron Los Arcos, territorio castellano en esos momentos y se dirigió a poner bajo sitio la ciudad de Logroño. Las circunstancias hicieron que el 23 de abril de 1521, la revuelta de los comuneros fue aplacada, y todos los esfuerzos de la monarquía hispánica se dirigieron a levantar el asedio de la capital riojana y a volver a recuperar el reino de Navarra. Castellanos y aragoneses movilizaron sus tropas a cargo del duque de Nájera y del conde de Lerín.

La defensa de la ciudad de Logroño hicieron que las tropas de Asparrot se retirasen hasta Noain, donde el 30 de junio de 1521 fueron derrotadas por las fuerzas castellanas y prácticamente se ponía fin a las aspiraciones de los Albret por recuperar el reino, aunque permanecerían con el control de la Baja Navarra, más allá de los Pirineos, de hecho, en 1589, Enrique de Borbón, nieto de Enrique II de Albret se convirtió en rey de la monarquía de San Luis.

Conclusiones

Intentar exponer un tema tan amplio y extenso como este es una cuestión complicada sobre todo para realizarlo en un medio de comunicación, más centrado en la divulgación que en los aspectos científicos en sí, ya que estos tienen otros medios donde poder describirlos con más claridad y rigurosidad.

“Participó un compendio muy heterogéneo de territorios”

No obstante, lo que sí queríamos plasmar es intentar ofrecer una visión de conjunto de los hechos que se produjeron en el Sitio de Logroño, qué fue lo que llevó a ello y, sobre todo, acabar con un punto de vista que, no hacía justicia a la Historia.

Siempre se ha intentado contraponer un enemigo a un hecho histórico que sucede en una ciudad o un territorio. La finalidad de esto, entronca con la tradición romántica y nacionalista del siglo XIX, y para Logroño en concreto, se hizo con lo francés. Teniendo en cuenta que los territorios actuales no se parecen en nada a aquellos en los que sucedieron los acontecimientos históricos, es incorrecto tratar de englobarlos en una identidad que nada tiene que ver con la producida a partir del siglo XIX. Es por ello que tratar de agrupar como tropas francesas a un compendio muy heterogéneo de territorios que participaron en los hechos históricos del Sitio de Logroño no es adecuado ni riguroso históricamente. Aunque actualmente, la historia se ha ido desprendiendo de esa raíz romántica del siglo XIX, todavía queda mucho por hacer a este respecto.

“Es cierto que la ciudad pudo obtener ciertos privilegios tras lo ocurrido en 1521, pero es una práctica que se hacía con demás ciudades”

La construcción de la identidad de Logroño como ciudad no puede retrotraerse a un hecho como el Sitio de Logroño, en primer lugar porque posteriormente se sucedieron otros acontecimientos históricos que fueron modificando el panorama y la identidad del territorio, y por otro lado, porque responde a una visión romántica que puede ajustarse en lo cultural pero no en lo histórico. Es cierto que la ciudad pudo obtener ciertos privilegios tras lo ocurrido en 1521, pero es una práctica que se hacía con demás ciudades y que dependía del lado del balancín histórico en el que se situase, pero también es cierto que siguió siendo una ciudad de frontera, como lo fue prácticamente toda la Ribera del río Ebro a lo largo de su historia.

Lo expuesto aquí es solo una visión de las últimas investigaciones que se han ido realizando sobre estos hechos, sin ningún tipo de sentar cátedra y abierto, como todo en la historia, a nuevas aportaciones y consideraciones al respecto.

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