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La procesionaria ya está aquí

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Suben las temperaturas, se acerca la primavera y la procesionaria se prepara para hacer acto de presencia. Y es que es en esta época cuando bajan del árbol para enterrarse en el suelo, donde formarán sus capullos para transformarse en adultos. Estos días ya se han visto algunas procesionarias en Logroño, en zonas como Cascajos o el Parque del Ebro, y en Calahorra, en el Parque del Cidacos.

Y es que este insecto habita en pinares, por lo que es frecuente verlo en parques. Se mueven en línea, formando una procesión (de ahí su nombre) dirigida por las hembras.

El problema es que la procesionaria es especialmente peligrosa para niños y animales cuando baja a tierra, ya que es cuando más posibilidades tienen de entrar en contacto con ella. Como indica el biólogo Luis Martínez-Zaporta, la procesionaria tiene una serie de pelos microscópicos cubiertos de una toxina que produce una gran irritación, dermatitis y sensación de quemazón en la persona o el animal que entre en contacto con ella. Lo normal es que no pase de esa dermatitis o inflamación, pero si se la comen, la inflamación de boca, nariz y garganta puede tener consecuencias terribles.

Cómo controlarla

En anteriores ocasiones, el Ayuntamiento de Logroño ha utilizado distintos métodos para controlar esta plaga como la colocación de feromonas sexuales para detener los detección de focos incipientes de plaga. Otro de los métodos utilizados es cortar y quemar los bolsones. Durante los meses de diciembre, enero y febrero se realizan labores de vigilancia y eliminación de aquellas bolsas de procesionaria que están accesibles tanto para operarios a pie con pértigas (3-4 metros) como para maquinaria con pluma-cesta para las bolsas más elevadas.

También se rompen los bolsones mediante balines, en el caso de que la altura del arbolado no permita cortarlos, y se colocan trampas para capturar orugas. Son trampas colocadas aproximadamente a tres metros de altura. Están compuestas de un collar que rodea el tronco del árbol y que guía a las orugas hacia una bolsa llena de tierra en las que se meten y no pueden salir. Este sistema permite recoger todas las orugas de ese árbol. Al final de la estación, se retira el saco y se quema.

Martínez-Zaporta apuesta también por otras medidas como el fomento de especies antagonistas de la procesionaria en cualquier ciudad de España que tenga parques y jardines con pinos.

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