Condiciones de semiesclavitud en la vendimia riojana

Condiciones de semiesclavitud en la vendimia riojana

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Precariedad, explotación y semiesclavitud. Son los terribles adjetivos que acompañan en demasiadas ocasiones al trabajo de los temporeros en la vendimia riojana. La prensa nacional se ha fijado también en este triste fenómeno que ya ha sido denunciado en otras ocasiones por la prensa regional, partidos y sindicatos, una situación que, aunque sumergida, aflora cada año cuando llega el mes de septiembre.

Eldiario.es relata la experiencia de una cuadrilla de temporeros que llegaron hace unas semanas a La Rioja para trabajar en la vendimia. Las condiciones de sus contratos parecían correctas sobre el papel ya que el convenio recoge un salario mínimo de 7,45 euros por hora y un alojamiento cuando los temporeros vengan de fuera, es decir, de más de 40 kilómetros de distancia de la viña en la que van a trabajar.

Comida en cuencos para perros, noches a la intemperie, debajo de un toldo o de mesas de merendero si llovía y ninguna remuneración. Al parecer, el negocio es para los intermediarios, son ellos los que se quedan con el jornal, llegando a ingresar 400 euros por cada trabajador.

Esta situación no es nueva. En el año 2008 un fiscal vasco impulsó la 'operación Libertad' que, a lo largo de tres años, llegó a desvelar una trama que operaba desde Portugal captando mano de obra, hasta 3.000 víctimas en total. Sus integrantes fueron condenados por secuestro, esclavitud, tráfico de personas, asociación criminal y blanqueo de dinero. Pero la macrooperación no acabó con estas prácticas. Ahora los intermediarios utilizan empresas pantalla y siguen utilizando la mano de obra, normalmente hombres jóvenes de origen extranjero, para enriquecerse.

La cuadrilla de la que habla eldiario.es relata cómo vivieron situaciones de este tipo en tres bodegas de la DOC Rioja y cómo lo peor fue en un pueblo de Álava, donde llegaron incluso a ver cómo los trabajadores sin papeles se escondían debajo de los tractores durante un control. Cuentan también cómo se negaron a pagarles, llegando incluso a intentar atropellarles y cómo tuvieron que caminar hasta una comisaría para denunciar la situación.

A pesar de los intensos controles de trabajo y la férrea vigilancia de Policía Nacional, Ertzaintza y Guardia Civil incluso con helicópteros, las mafias siguen operando año tras año y las denuncias apenas se producen. Los temporeros necesitan trabajar y tienen miedo. El problema parece lejos de solucionarse.

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