“Crecí en una familia muy conservadora y no conté nada hasta los 37, cuando por fin pude casarme”

"Crecí en una familia muy conservadora y no conté nada hasta los 37, cuando por fin pude casarme"

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“Ahora la mayoría de las personas salen del armario en la adolescencia pero yo lo hice con 37 años”, cuenta José. Su historia, como la de muchas otras personas homosexuales, se cuenta a través de grandes logros y también de incomprensibles dificultades. “Lo mío fue un proceso muy lento, me daba cuenta de que no estaba bien con las chicas pero no entendía nada así que me encerré en los estudios y el deporte”, cuenta.

Creció en el seno de una familia muy conservadora y creyente y estudió en un colegio católico. Su primer contacto con una realidad que le costó reconocer fue a través de internet. “Poco a poco fui buscando, hasta que me dí cuenta de que me gustaban los chicos, empecé a conocer gente de La Rioja pero no tuve suerte así que me empecé a mover fuera de aquí”.

Así fué como empezó una relación a distancia y como se convirtió en activista. “Aun no se lo había dicho a las personas de mi entorno más cercano y, sin embargo, me metí en Gylda y empecé a trabajar por los derechos del colectivo”. La primera vez que declaró abiertamente su homosexualidad fue en el año 2005. “Fue el día que se aprobó la ley de matrimonio homosexual, fue un día muy importante para todos así que a mediodía fui al supermercado y compré una caja de bombones”, recuerda, “se los llevé a mis compañeros de trabajo y cuando me preguntaron qué celebrábamos les dije que ya tenía los mismos derechos que ellos, no hizo falta decir más”.

En ese momento quiso dar el paso también en casa pero no se atrevió. “A mis padres se lo dije cuando mi pareja pudo trasladarse a Logroño y decidimos casarnos, les dije todo a la vez”, cuenta, “ellos lo sabían pero nunca se había hablado del tema. Recuerdo el silencio, pero no puedo decir si duró cinco segundos o diez minutos. Fue sin duda el peor momento de mi vida, y seguramente también de las suyas, pero hicieron un enorme esfuerzo y vinieron a la boda, siempre han estado ahí”.

José entiende que las familias también necesitan ese proceso de adaptación. “Yo, con mi educación conservadora, necesité mucho tiempo para entenderlo, ¿cómo no van a necesitarlo mis padres?”. Ahora, con el tiempo, las cosas van cambiando. “El hecho de que mis padres se posicionen en contra del autobús de Hazte Oir en un tema que puede ser tan complicado para ellos como la transexualidad, es para mí un logro enorme”, cuenta.

Ese autobús es precisamente para José “el termómetro que marca que la sociedad ha avanzado” por la respuesta masiva que se ha visto en todo el país. “Se ha conseguido mucho, incluso tenemos leyes, pero queda mucho por hacer y, sin duda, el tema educativo es fundamental, no sólo hay que educar en la igualdad en cuestiones de identidad u orientación sexual, también hay que acabar desde abajo con la violencia de género, educar en la diversidad familiar, en el respeto a cualquier opción”.

Asegura que en La Rioja se vive muy tranquilo, “salvo por la noche en el centro donde la mezcla con el alcohol puede ser a veces peligrosas”. Pero lo cierto es que hay muchas formas de padecer la violencia y el odio. “Yo lo he vivido en un par de ocasiones, ambas coincidiendo con la boda”, cuenta, “mi madre preguntó en una tienda si tenían trajes de novio XXL y le dijeron que sí, cuando yo acudí con mi pareja, nos dijeron que no tenían, ya ves, podían haber vendido dos y decidieron no vender ninguno. Y por otro lado, el juez de paz no quiso casarnos, nos casó una concejal socialista”.

Hoy José va a celebrar el Orgullo porque tiene claro que el activismo sigue siendo necesario. “Hemos avanzado con leyes muy importantes pero, cuando dos mujeres tienen un hijo, una de ellas todavía tiene que adoptarlo, los padres y madres de menores transexuales tienen que luchar todavía a diario por sus hijos, los hijos de padres homosexuales siguen teniendo que explicar muchas cosas, en La Rioja sigue sin existir el anonimato para las pruebas del VIH, las administraciones no hacen campañas de prevención, hay inmigrantes que nos piden protección porque en sus países se persigue la homosexualidad... sí, queda mucho camino”.

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