Las lámparas LED pueden poner fin a la atracción de los insectos por la luz

Las lámparas LED pueden poner fin a la atracción de los insectos por la luz

Rioja2

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¿Abrir las ventanas o tener la luz encendida la luz? En verano, abrir las ventanas de casa con las luces encendidas se convierte en una práctica de riesgo. Y es que disfrutar del fresco tiene su precio. Quizás, hasta ahora.

Y es que las lámparas LED puede poner fin a esta atracción de los insectos por la luz. LED es el acrónimo en inglés de Light-Emitting Diode (diodos emisores de luz), una fuente compuesta por un material semiconductor. Si bien en un principio se usaban como componentes electrónicos, en la última década su conquista de los hogares, los coches, las linternas y la industria es total. Su poco consumo energético, alto rendimiento y durabilidad han desplazado a las CFL, más conocidas como lámparas de bajo consumo.

Un estudio del Departamento de Entomología de la Universidad de Georgia, encabezado por las investigadoras Marianne Shockley Cruz y Rebeca Lindner, titulado La visión del insecto: Ultravioleta, Color y Luz Led afirma que los insectos tienen atracción a la emisión de la luz infrarroja, una gama del espectro lumínico que es invisible al ojo humano. Las viejas luces incandescentes la emiten, pero dado que las LED no lo hacen, no atraen a los pequeños animales alados.

No sólo la luz: las LED no emiten calor, mientras que las incandescentes sí lo hacen (cabe recordar el tiempo que había que esperar si se quemaba una bombilla y había que cambiarla), y la ausencia de calor también es otro motivo que hacen desistir a los insectos.

Según el estudio de Shockley y Lindner, los insectos también tienen una atracción especial hacia otros rayos invisibles al ojo humano, que son los ultravioletas, debido a que son fundamentales como herramienta de orientación en su navegación y en el proceso de apareamiento.

Cuando los insectos están expuestos a una fuente de luz, indica la investigación, tienen una reacción denominada ‘fototaxia’, que puede ser negativa o positiva, o sea, sentir rechazo o atracción. Esto lleve a que realicen movimientos nerviosos en torno a una lámpara, o que apenas muevan parte de su cuerpo ante ella.

La sensibilidad a la luz se percibe por medio de unos fotoreceptores. Estos han sido descubiertos en hormigas, abejas o avispas. En el caso de las moscas, cuando vemos que golpea con frenesí una ventana exterior, es porque siente la necesidad de seguir los rayos ultravioletas del sol.

El espectro de luz azul también es una fuente de atracción para los insectos voladores. Y aquí las lámparas LED de esta gama no tienen mucho que ganar: un trabajo del centro Scion de Nueva Zelanda, liderado por Stephen Pawson y Martin Bader, precisa que este tipo de lámparas emisoras de luz azul atraían un 48% más de insectos que otro tipo de luces como las de vapor de sodio, precisa la investigación publicada en Ecological Applications.

¿Cuál podría ser la solución? Pues luces LED blancas y cálidas, que emitan luces por encima de los 550 nanómetros, que estaría fuera del rango de atracción de los insectos, y que como se dijo, carece de emisiones infrarrojas y ultravioletas.

El estudio de Shockley y Lindner coincide con otra investigación desarrollada por la Universidad de Bristol, a cargo de Andy Wakefield, Gareth Jones y Stephen Harris. En el sudoeste de Inglaterra han colocado trampas iluminadas con tres tipos de lámparas: LED, fluorescentes y de filamentos.

Las primeras atrajeron cuatro veces menos insectos que las clásicas lámparas incandescentes, y la mitad de las fluorescentes de bajo consumo. Inclusive, en especies del género Culicoides (que tienen cierta semejanza a los mosquitos, aunque son más grandes y son vectores transmisores de enfermedades) en un 80% fueron atraídos hacia las de filamento, y sólo un 2% a las LED. En el caso de estos insectos, los investigadores creen que la presencia de tungsteno en los filamentos es la clave: estos insectos usan señales térmicas para encontrar a sus víctimas de sangre caliente (animales o humanos), y es posible que sean atraídos hacia el calor que emiten estas viejas lámparas, precisa el estudio publicado en Ecology and Evolution.

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