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La importancia de empezar el cole con buen pie

La importancia de empezar el cole con buen pie

Rioja2

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Llega la temida vuelta al cole: los niños habrán aumentado una talla de calzado, al menos cada trimestre su pie crece unos 8 milímetros y este crecimiento es mayor cuando el niño es más pequeño. Es el momento de comprarles el calzado adecuado para este curso. El Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos ha elaborado una lista de consejos para que los padres hagan la elección más apropiada.

El calzado de uso escolar es el más importante porque es el que habitualmente lleva el niño una media de entre 9 y 12 horas al día, ya que normalmente continúa con él tras el final de la jornada escolar. Por ello, hay que escoger un modelo que se adapte a sus necesidades motrices, que permita el correcto desarrollo del pie y del aparato locomotor y la libertad de los movimientos naturales del pie, con respeto a la fisiología y biomecánica del pie.

Durante el crecimiento y la maduración de la marcha, es necesario realizar revisiones periódicas, para comprobar que no existe ninguna complicación y, si la hay, tomar las medidas necesarias para que no afecte a otros componentes anatómicos como las rodillas o espalda. Lo más recomendable es llevar al niño al podólogo, al menos una vez al año. El inicio del curso puede ser un buen momento para empezar.

Si no hay ningún tipo de alteración manifiesta, la edad recomendable para visitar al podólogo por primera vez es entre los 3 y los 4 años de edad, cuando podemos ver cómo se desarrolla el pie y los miembros inferiores.

ERRORES COMUNES

  • Comprar el calzado más grande para que le valga toda la temporada: el calzado tiene que acomodarse al tamaño real del pie del niño. Si el zapato no es justo de su talla podría alterar su forma de caminar, provocarle inestabilidad o crearle ampollas o laceraciones.
  • “Heredar” zapatos, pasando de unos a otros hermanos o entre familiares o amigos: la pisada de cada persona es diferente y compartir calzado puede distorsionar la misma.
  • Reutizar el calzado de la temporada pasada, sin tener en cuenta el desgaste del calzado, el crecimiento del pie…
  • Comprar el calzado solo atendiendo a su precio porque les va a durar poco. Aunque que sea más caro no asegura que sea mejor.

CARACTERÍSTICAS BÁSICAS

El calzado debe ser de la talla adecuada. Lo mejor es medir el pie y el interior del zapato. La mayoría de zapatos presentan una palmilla interior que se puede sacar en la que está dibujada la parte posterior del pie y una marca del lugar donde deben terminar los dedos. Esta es la forma más fácil de valorarlo. El truco del dedito entre el talón y el pie no es suficientemente riguroso porque dentro del zapato el niño puede estar encogiendo los dedos y no podemos observarlo.

Es conveniente proteger la parte de los maleolos (los huesos laterales del tobillo) pero con una protección suficientemente flexible para permitir el movimiento completo de la articulación del tobillo sin limitar la movilidad del pie y su desarrollo natural.

Flexibilidad en la zona de dedos. El zapato tiene que proteger al pie, no comprimirlo. Debe ser suficientemente ancho por delante para permitir a los dedos abrirse y moverse con libertad. La protección de puntera solo se aconseja en los preandantes, por el gateo.

El zapato tiene que ser de material natural -piel, algodón…- y facilitar la transpiración. Es importante palpar el calzado por dentro, sobre todo en el talón, para asegurar que no tiene ninguna costura que pueda dañar el pie.

La suela no debe ser demasiado fina sino tener cierto grosor y ser antideslizante; no debe ser ni muy rígida ni demasiado flexible: una suela de goma con la misma flexibilidad natural del pie; la horma debe ser recta, de modo que cuando miremos los zapatos, la forma de la suela no debe hacer curva hacia dentro del pie porque podría alterar la marcha y crear deformidades.

Es importante que tengan algún medio de sujeción, como cordones (o velcro, en su defecto) para sujetar bien el pie y evitar movimientos excesivos adelante y atrás o lateralizados. Las chanclas, zuecos, mocasines o bailarinas no son recomendables porque la percepción de que el zapato se sale a cada paso obliga a los dedos a hacer un trabajo extra de 'agarre'. y que el pie quede correctamente sujeto.

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