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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

No sé qué sería de los refugiados sin los voluntarios

No sé qué sería de los refugiados sin los voluntarios

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Carolina, María José y Esperanza son tías y sobrina. Tres tres logroñesas que, hartas de ver día tras día desde el sofá de su casa la llegada de migrantes a Lesbos sin poder hacer nada, dieron un golpe sobre la mesa, hicieron las maletas y cogieron un avión para terminar con esa sensación de impotencia. Fue el principal motivo. “No nos rendimos ante la sensación de impotencia que genera esta catástrofe humanitaria, agravada por la postura Europea de darles la espalda”, relata María José.

Ante la falta de información y de organización, recuerda Esperanza, “decidimos ir sin apuntarnos a ninguna oenegé. Nos presentamos como marujas sin fronteras en una zona en la que la realidad era muy cambiante porque nuestro viaje coincidió con la firma del tratado de la Unión Europea con Turquía y la policía empezó a interceptar las balsas por lo que ya no había oportunidad de ayudar en los desembarcos”.

Pero en lugares así, manos que ayuden es precisamente lo que falta. “Donde más tiempo pasamos fue en un campo de refugiados, Pikpa. “Dimos con un lugar maravilloso dentro del caos, era un antiguo camping-casa de colonias que estaba abandonado y había sido ”ocupado“ para dar especial atención a las personas más vulnerables como familias monoparentales, muchos niños, personas convalecientes, discapacitadas pero, lo que más nos impresionó fue que las personas que aún estaban en shock”. Ayudamos en lo que podíamos, completa Carolina, “participamos en labores de limpieza, de costura… jugamos con niños, mayores… pero, sobre todo, conversábamos con ellos y les escuchábamos”.

Unos días conviviendo con los refugiados que ha dejado un importante poso en estas logroñesas. “Ha sido una experiencia muy enriquecedora que nos ha permitido convivir con unas personas que muestran un estado de tranquilidad que aún no entiendo. Pasan los días sin apenas actividades pero nunca pierden la sonrisa ni la esperanza”. A pesar, completa su sobrina, de la dureza de su realidad. “Porque para estas personas la expectativa antes de empezar el viaje es, sobretodo, sobrevivir, huir de países en guerra. Solo quieren tener una vida a salvo con sus familias. Y su futuro es muy incierto”.

Y en esta incertidumbre, los gobiernos tienen una gran culpa. “Hay que actuar y hacer de manera individual lo que nuestros gobernantes no están haciendo y así compensar el gran error institucional. De lo que se trata es de tratar a esta gente como personas inocentes que son y reconocerles sus derechos” y eso es lo que precisamente hacen los miles de voluntarios porque sin su presencia y trabajo “los refugiados habrían perdido la vida, la esperanza y sus condiciones de vida serían mucho peores tanto a nivel físico como sociológico. ¿Qué generación de personas serán todos estos niños”, se pregunta Esperanza.

Y entre estos voluntarios, muchos españoles como estas tres logroñesas. “Estoy muy orgullosa de la solidaridad de los españoles, gente desinteresada que se paga su billete de avión y su alojamiento y van a ayudar”. Como Javier Murillo, el impulsor de la campaña “Descálzate por Lesbos” que ha conseguido que los riojanos riojanos nos hayamos volcado en esta causa. Si te digo la verdad, no sé qué sería de los refugiados sin los voluntarios, concluye Carolina.

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