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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz
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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Copas, gabarras y urnas

Imanol Pradales, candidato del PNV, con un logotipo de Osakidetza de fondo en un acto de campaña

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Hay que reconocer que muchos hemos estado toda la semana más inmersos en todo lo que ha acontecido entorno al Athletic Club que en la campaña electoral con motivo de las elecciones al Parlamento vasco que tenemos a la vuelta de la esquina, el próximo domingo, 21 de abril. Y tampoco me resulta nada extraño que hayamos prestado más atención a todo lo que ha significado esa locura rojiblanca que a la política propiamente dicha. 

Todo comenzó a gestarse antes y durante todo un éxodo de aficionados athleticzales a la capital de Andalucía para fulminar todo tipo de récord documentado. De entrada, debemos dejar sentado que no existe un club en todo el Mundo con semejante capacidad de convocatoria y capaz de movilizar a más de 80.000 personas a 834 kilómetros de Bilbao. Y, dejando al margen, eso de que esa cutrez de estadio de La Cartuja no está preparado para disputar una final de Copa (salvo que corran los 'txines' federativos de arriba abajo en forma de pelotazos, mordidas y comisiones), ubicado en medio de una nada llena de mierda y, a su vez dentro de una mezcla entre desguace y vertedero, es de justicia decir que Sevilla, como tal ciudad, es un bonito entorno para cobijar a esas docenas de miles de aficionados rojiblancos.

También sus gentes fueron muy amables y acogieron con los brazos abiertos a las aficiones de los dos equipos finalistas y, por qué no decirlo, a sus carteras. Tampoco vamos a negar que la Semana Santa resultó ser una “Semana Negra” para la hostelería sevillana y que, nosotros, que somos como somos (tampoco tardamos en viralizar 'tickets' de exageradas consumiciones), les metimos un buen chute de oxígeno en sus cajas, al tiempo que les dejábamos sin existencias. No en vano, nos gastamos 9 millones en bares y restaurantes por la final de Copa y el gasto de las tarjetas bancarias se duplicó tanto por la marea rojiblanca de Sevilla como por los que se quedaron en Bizkaia. Pero si hay algo que destacar al margen de la obtención de la Copa, fue el comportamiento ejemplar que demostramos en Sevilla. 

Y, tras ganar la Copa, tocaba La Gabarra… Más de un millón de personas sin un solo altercado. Al final estuvo bien como recuperación de la imagen de un Bilbao diferente y con personalidad irrepetible, frente a la homogeneización que predomina. En ningún otro lugar se hubiera producido tal aglomeración de gente sin disturbios. 'Chapeau' por Bilbao y que se mantenga el espíritu del 11-A: todo un ejemplo de motivación si hay un proyecto ilusionante y expuesto por gente cercana y convencida. 

Y a todo esto, la campaña electoral ya había comenzado. Al finalizar, podría (y podré) ceñir mucho más mis impresiones tras analizar los resultados, pero, a día de hoy, aprecio tres fotografías más o menos nítidas:  

La primera es que todas las muestras demoscópicas, encuestas, sondeos y estudios arrojan una disputa por la victoria entre EH Bildu y el Partido Nacionalista Vasco. Y estamos combinando tanto el número de votos como el de escaños. Un empate técnico en toda regla en la que, si dejamos de un lado la “cocina” de las muestras, de forma raspada favorece a la formación soberanista vasca. A mucha distancia, medalla de bronce para los socialistas vascos por delante de la franquicia vascongada del Partido Popular.  

El PP opta por enseñarnos que hay muchas maneras de ponerse la boina (o la txapela). No sé cómo lo interpretarían sus afines del Ebro para abajo pero, por estos lares optan por mofarse de quiénes -dicen- se ponen la boina a rosca. A ver si me aclaro un poco: unos buenos nacionalistas españoles intentan a enseñar a unos malos nacionalistas vascos cómo deben calzarse esa prenda de cabeza. Curioso. Igual, para ellos, la forma correcta sea como se encajaba Franco esa prenda en su dictadora testa, con la frente despejada, cara al sol y en modo peineta.  

En el PSE-EE o PSOE tienen asumido su papel de bisagra, cosa que reconocen en su mensaje estrella: “Vota al que decide”. Un extraño eslogan que no encaja con el fin último de cualquier formación política que no es otro más que el de ganar elecciones. Con todo, algo nada baladí eso de ser la novia querida por dos novios. 

En vagón de cola, quienes puede que ni obtengan representación parlamentaria. A saber, esas dos amalgamas de siglas, franquicias, formaciones escindidas de escisiones, esa mezcla de candidatas y candidatos que el electorado ya no sabe ni ubicar. De caras mezcladas que antes estaban aquí, luego allí y ahora allá. Un auténtico batiburrillo al estilo del camarote de los hermanos Marx. Elkarrekin, Podemos, Sumar, Berdeak, Equo, Ezker Anitza-IU y demás reinos de taifas que, originariamente, llegaban a organizarse en “círculos”. Es el ejemplo más claro de aquello de “divide y vencerás” y de indisimuladas guerras intestinas por la moqueta. 

Alguna de esas siglas, en un (quiero pensar) desesperado intento por conseguir los justos votos para la obtención de un solo escaño, por medio de una especie de cómic, intentan ridiculizar a tres bandas a nacionalistas, soberanistas y socialistas. Ante los dos últimos, intentan incidir que los de izquierdas, pero que muy de izquierdas de esos de la verdad verdadera son Miren Gorrotxategi y sus cada vez más menos adeptos. Al PNV lo muestran personalizado en dos txikiteros apoyados en la barra de un batzoki y en plan 'Vaya semanita'. Siguiendo un guion que, si lo que pretendía era generar unas risas, ha conseguido, exactamente, el efecto contrario: el del rechazo generalizado. Y así les luce el pelo (y las encuestas) ya que ridiculizar a uno de los partidos mayoritarios solo denota el rebote y pataleo habitual antes de tirar la toalla. Es como ir perdiendo 15-0 en un partido de fútbol y, a cinco minutos del final, te dedicas a intentar lesionar al adversario en la espinilla sin darte cuenta de que has perdido las botas de tacos. 

No logro identificar a las y los candidatos de la sigla escindida a la anterior. Estaban juntos, luego no, luego no sé, decían lo mismo, luego también, y ahora no, o sí, o algo muy parecido. Y, si yo, que sigo diariamente la actualidad política, ya me he perdido, ¿cómo andará el elector que pasa de estos rollos? 

Por último, en el último vagón, el de cola, nos encontramos con la más que residual ultra/extrema derecha española de ideología franquista. Y es que no es por ignorancia eso de convocar un mitin en “Guecho-Vizcaya” o una caravana de un coche por San Salvador del Valle, por Legutio, o por Castillo Elejabeitia. Por desgracia estaban, pero, afortunadamente, ya ni se les espera. Sabia decisión ésa de poner pie en pared contra el fascismo. 

En la segunda foto podemos observar todo un clásico: las previsiones de abstención. Como comentamos habitualmente, dicha instantánea nos muestra una realidad incontestable como lo es el manifiesto distanciamiento entre la política y la sociedad. Y es que, si la Abstención fuese un partido político al uso, ganaría las elecciones con una holgada mayoría absoluta. En estas elecciones y cualesquiera otras. 

La tercera fotografía nos muestra la verdadera madre del cordero. Nos encontramos ante una bolsa de electores indecisos que oscila entre el 20 y el 30%. Ojo, que estamos hablando de un cuarto del total de electores que reconocen que no se van a abstener, pero dicen no saber a quién van a votar. Y ahí está el preciado tesoro por el que luchan PNV y EH Bildu. De ese codiciado colectivo del cuerpo electoral sale la medalla de oro y la de plata. Pero, ¿cómo convencer a tantos indecisos?

Pues en ello se centra el grueso de los mensajes de los principales contendientes: que si mejorar la Sanidad, que si facilitar el acceso a la vivienda (por cierto, un derecho constitucional), que si voy a poner a los policías con una pistola de agua, que si meto a mi candidato en una trainera para acompañar a la Gabarra, que si yo, que si tú, que si tú más, que si tú has sido y no me olvido, que si yo tampoco me olvido de Fulanito y de Menganito… Nada nuevo bajo el sol aunque, en efecto, los citados sondeos sí muestran una tendencia de cambio de ciclo. Con todo, la mejor encuesta será la del día 21 de abril, a eso de las nueve de la noche en Bilbao (21.00 horas en Vitoria-Gasteiz). Con todo, como siempre, sobre las once de la noche (23.00 horas en Donostia) todos habrán ganado de una forma u otra y serán muy pocos quiénes anuncien que se van a casa. Y ya no les cuento si les da por emular a los grandes estadistas, y nos digan que todos hemos ganado… Que la sociedad ha ganado. Como cuando, horteramente, no se cortan y les da por denominar unos comicios como una gran fiesta de la democracia. Lo vienen haciendo desde que los pájaros tenían dientes. En esos antediluvianos discursos no parece haber i+D+i. 

Como antes decía, una vez inclinada la balanza de los indecisos, la llave la tendrán los socialistas vascos. Y éstos no harán lo que nos diga el taurino Eneko Andueza sino que, como en Nafarroa, harán exactamente y a pies juntillas lo que les impongan desde Ferraz (o desde La Moncloa). Y no lo digo por decir ya que tengo grabado en el disco duro de mi coco aquello que, frente a José Luis Rodríguez Zapatero, dijo con exagerada vehemencia Patxi López en el mitin de cierre de campaña celebrado en el BEC de Barakaldo: “Nunca, nunca seré lehendakari con el apoyo del PP”. Y resulta que terminó en Ajuria Enea con el inestimable apoyo de Antonio Basagoiti en un complicado escenario político con la izquierda abertzale ilegalizada y no habiendo ganado las elecciones, cosa que sí hizo el candidato nacionalista Juan José Ibarretxe. Por recordar y eso. A veces, detecto demasiada 'amnesia' en todos los sentidos. En demasiados sentidos. 

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