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Teresa Panza, una “mujer fuerte, real y única” en el Quijote más allá de la mitificada Dulcinea

Edición: 1819, London, "Don Quixote de la Manche" (W. Stockdale)
"El correo, de rodillas, ante Teresa Panza"
Ubicación: II, cap. 50
Dibujante: Clark, John Heaviside (ca.1770-1863)

Alicia Avilés Pozo

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Siempre hubo una mujer en la Mancha “tirando del carro” durante siglos y siglos de historia. Pero sobre todo en las novelas de caballería de las que Miguel de Cervantes quiso burlarse en su Quijote. Teresa Panza, la esposa de su fiel escudero, fue una de ellas. Y lo fue hasta el punto de que pasa algo desapercibida a la sombra de Sancho, aunque una lectura más profunda de las andanzas de Don Quijote permite descubrir una mujer “fuerte y real”, más allá de las menciones a una mitificada Dulcinea de El Toboso y otras mujeres de esta novela universal.

Son varios los estudios y perfiles que se detienen a estudiar este personaje de Cervantes. Partiendo del hecho de que el propio escritor no termina de decidirse con su nombre. Primero, su marido la llama Juana Gutiérrez, después es mencionada como Mari Gutiérrez o Teresa Cascajo.

En la segunda parte de la novela, ya es Teresa Panza, pero no es ese su apellido. “Era y es muy frecuente en los pueblos, al igual que se coge un mote, se coge el apellido del marido, pero sucede igual con los hombres. Es la forma de distinguirlos. Pero ella no se llamaba así. Simplemente llega un momento en que Cervantes se cansa y haciendo uso de su autoridad, la llama ya solo de una manera”.

Lo afirma Martina Martínez Tuya, escritora, profesora, licenciada en Filología y doctora en Filología Románica, quien hace años se detuvo en este personaje para analizar esa “realidad” de su carácter y plasmarla en un estudio de sus apariciones en el Quijote.

“Siempre me ha parecido una mujer muy peculiar, sobre todo por ser tan real en una obra que es toda ella ambigüedad, una idealización mezclada con el realismo. Teresa Panza es una de tantas mujeres fuertes que garantizan la lucha del día a día. No de las que reciben medallas, sino las que enjalbegan las paredes y mantienen la casa en pie. Esas mujeres que luchan contra aquellas cosas que nos harían la realidad muy difícil de vivir”, argumenta esta filóloga.

Un “contrapunto” a la fantasía

De hecho, está convencida de que esta mujer es el “contrapeso” de ese mundo de fantasía del Quijote, en el que “los hombres cuentan con que haya siempre una Teresa Panza que tire del carro y haga las cosas más fáciles”. “Es la que asume la responsabilidad de la familia cuando los hombres están ausentes”, destaca.

Porque Sancho Panza se marcha de aventuras con don Alonso Quijano sin dar mayores explicaciones a su esposa. Y la trata “a la baqueta”, es decir, con severidad y dureza, como también era normal entonces “y todavía es” en los pueblos. En general, “el hombre aquí, y en las novelas caballería, presume de rudo y de no depender de las mujeres, es una postura de dominio”.

“Teresa es la mayoría de las mujeres, la inmensa mayoría siempre silenciada, siempre ausente en la historia, pero sin las que la simple continuidad de la vida sería imposible”. Martina Martínez Tuya recuerda en su estudio que siempre se ha dicho Sancho Panza es “el realista” frente a Don Quijote. Y eso “no es cierto”. “Es tan idealista como su caballero andante. Igual de idealista, pero más cutre”.

Prueba de ello es que cuando regresa con Don Quijote, Teresa Panza “lo pone en su sitio”. No le pregunta cómo está o cómo le ha ido. “Lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno” y después se interesa sobre “qué bien” ha sacado de sus escuderías. Sancho habla de nuevo del futuro, de la “ínsula futurible”.

Pero su esposa quiere saber: “¿Qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?”. La respuesta de Sancho, en uno de sus varios insultos a Teresa, es: “No es la miel para la boca del asno”. En otro momento también la llama “mentecata e ignorante”.

La filóloga se ríe de estas descalificaciones de Sancho porque afirma que aunque por entonces casi todo el mundo era analfabeto, en el caso del escudero “queda muy claro que es especialmente mendrugo”. “Yo cuando hice las primeras lecturas, me decía mira quién fue a hablar, ¿cómo se atreve a insultarla?.

¿Qué quiso Cervantes contarnos con esta mujer tan “real”, tan “común a muchas”? La profesora precisa que el escritor era un recaudador de impuestos que conocía muy bien a las mujeres, estaba muy en contacto “con la gente normal y corriente”, lo que “no era habitual en los escritores de la época”.

“Él conocía el percal y aprovechó para poner ese trozo de realidad en su novela, aunque se hiciera un lío con los nombres. Es uno de tantos errores o descuidos conscientes e inconscientes del Quijote. Este personaje, junto a otros, es una de las bazas de la ambigüedad que refleja la novela y que se abre paso a la modernidad”.

Después de un diálogo muy esclarecedor en el que Sancho muestra “más talento del que le es habitual”, ella termina diciendo, sin ceder un ápice en su discurso: “Otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto; que con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros (zoquetes, tontos).”

Pero Martina Martínez no cree que Teresa Panza se un símbolo de enfrentamiento o de empoderamiento en ese sentido. “La mayoría de las mujeres era y son así en el campo manchego. El Quijote intenta unir lo muy diferente es una especie de estereotipo, de lugar común, y Teresa Panza es lo contrario de un símbolo”.

Hay muchas más mujeres únicas, análogas en realidad, sobre todo en la sociedad manchega de la época. Solo hay una duquesa, pero imagínate todas las ‘teresas panzas’ que podía haber en todos los pueblos de España y del mundo

“Su rol es el de dejar constancia de una existencia mayoritaria en una sociedad determinada. Es una mujer única tal como sale en la novela, pero hay muchas más mujeres únicas, análogas en realidad, sobre todo en la sociedad manchega de la época. Solo hay una duquesa, pero imagínate todas las ‘teresas panzas’ que podía haber en todos los pueblos de España y del mundo”.

Una de las frases más analizadas de Teresa Panza es cuando se refiere a la igualdad. No es una igualdad como la entenderíamos hoy en día ni referente al feminismo. Tiene que ver con las clases sociales. Pero es “revolucionaria”.

“Siempre -le dice a Sancho- fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos (arrogancias)”. En este pasaje se detiene Carlos Romero Muñoz en su estudio “Genio y figura de Teresa Panza” publicado en la Biblioteca Virtual Cervantes.

“Dueña de una creíble visión del mundo”

Explica el experto que con tal declaración, esa “descolorida y casi inimaginable” mujer de Sancho se convierte de repente “en un auténtico personaje, denso, creíble”. Es así “dueña de una alicortada pero coherente y creíble visión del mundo (de tipo conservador, prudente, desconfiada de todo lo excesivo), a la que, sin embargo, sigue faltándole un soporte físico, una imagen que la complete, tras la fugacísima aparición registrada en la conclusión de la primera parte”.

Nada termina ni mejor ni peor para este personaje. En su estudio, Martínez Tuya hace referencia al final, cuando Sancho, ya derrotado y tras sus andanzas con Don Quijote, se justifica diciendo: “Dineros traigo”. Sigue una escena familiar con la hija, el burro y “la promesa de Sancho de contar maravillas”, pero “para Teresa Panza habrá caído el telón”.

“En el testamento de Don Quijote sabremos que quizá le quede algún dinero después de liquidar cuentas. Para ella sólo hubo un tiempo feliz. Cuando el paje trajo los regalos y las cartas de la Duquesa y de su marido el Gobernador. Nada, en definitiva, que alcanzara a cambiar su vida. Como otras muchas, como tantas”, concluye la filóloga.

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