“Los derechos sociales, en algunos aspectos, ya están fuera”

"Los derechos sociales, en algunos aspectos, ya están fuera"

Laura Olave

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Esteban Hernandez es periodista y trabaja en El Confidencial. Es autor del libro, 'El fin de la clase media', un ensayo sobre los efectos de la crisis en España y en la clase media. Convencido de que la clase media ha desaparecido, asegura que lo todavía persiste es la mentalidad de clase media. Hernández ha visitado en los últimos días la capital riojana para participar en las jornadas 'Estado de bienestar, educación y crisis' que se han celebrado en la Universidad de La Rioja.

La crisis económica que aún estamos padeciendo, ha provocado también, una crisis sistémica. ¿Es también esta la responsable de la desaparición de la clase media?

Yo creo que la desaparición de la clase media no es estrictamente consecuencia de la crisis. La crisis económica está acelerando los procesos que estamos viviendo en general. En estos momentos estamos asistiendo a un cambio de modelo y eso implica una recomposición de la sociedad y sus capas. En este sentido, hay un estrato, el medio, que cumplía su función y una finalidad y que ahora es mucho menos útil, sistémicamente, que antes. Por eso digo que la crisis económica lo que ha hecho es ahondar en esto pero no ha sido la causa, simplemente le ha dado más velocidad.

¿Cuál era el papel de la clase media dentro de la sociedad?

Desde el punto de vista político, su función era estabilizadora. Se trataba de una capa social con un gran nivel de afinidad con el propio sistema. Pero además tenía una función económica porque la clase media, además de tener los recursos suficientes para subsistir, tenía un plus que podía destinar al consumo. Era fundamental para el desarrollo coherente y progresivo de la sociedad. Pero ahora nuestro mundo no es ese.

Hace cuarenta años, si tu estado tenía un gran número de consumidores, la economía del país iría a mejor y las empresas de ese país también. Sin embargo ahora las empresas son globales, les interesa tener buenos resultados y, si en una zona no va bien, no hay mayor problema porque puedo cambiar de país. Esta globalización de las empresas implica que se desvinculen de los territorios. Al empresario riojano le interesaba que España fuera bien para que la gente pudiera comprar sus productos pero ahora esos mismos productos los puede vender también a los americanos, italianos… y el mercado nacional ya no importa tanto. En este sentido, la clase media era una variable muy nacional, y en la medida que esta nación se rompe y los procesos de gobernabilidad son globales, la clase media pierde su sentido.

Estamos inmersos en un intenso proceso de cambio. Los escenarios no son los mismos, y tampoco, las reglas del juego.

Así es. Las reglas del juego están cambiando en todos los aspectos. Se ha roto por completo nuestras perspectivas de vida porque no sabes que va a ser de ti dentro de tres meses. Tus padres podían hacer planes a medio plazo, tú no. Ni siquiera tus padres pueden hacer ahora planes a medio plazo… Esa idea de poder diseñar el tipo de vida que querías está fuera de tus manos…

Y ¿está la educación al margen de estos cambios de los que habla? ¿Está también en crisis la educación?

Totalmente. La educación parece seguir siendo indispensable pero no garantiza una vida tranquila. Hay carreras, sobre todo las que se cursan en universidades muy prestigiosas, que quizás sí te garantizan un trabajo pero no por el nivel de conocimientos adquiridos sino por lo simbólico del título. Universidades que te permiten establecer una serie de relaciones que te pueden abrir las puertas al empleo. Sin embargo, una carrera cursada en una universidad normalita te llevará a tener que competir con mucha gente para pocos puestos de trabajo.

Y es indudable que algunas políticas actuales como la reforma del 3+2 va a ocasionar que sea más complicado que la gente pueda estudiar, pero además tenemos demasiada gente que estudia. En el desarrollo de España de los años 60, 70 y 80, mucha gente con títulos universitarios comenzaron a trabajar en la Administración. Pero cuando la Administración empieza a no contratar a nadie, comienza a quedar fuera una masa de gente que tampoco es absorbida por la empresa privada. Es el contexto en el que estamos ahora, hay pocos puestos de trabajo para mucha gente y, quizás, una de las soluciones que piensan es que la gente no estudie.

En este cambio de sistema, de reglas del juego, ¿estamos dejando atrás algunos derechos sociales?

No los estamos dejando atrás, los hemos perdido y, si queremos recuperarlos, tenemos que ganarlos de nuevo. Lo que pasa es que no nos lo terminamos de creer porque gozamos de un buen nivel de vida en comparación con otros países pero los derechos sociales, en algunos aspectos, ya están fuera y no es algo que estemos perdiendo. Los sindicatos, por ejemplo, han perdido mucho peso en cuanto a acción concreta y a la confianza de los trabajadores con lo que la mayoría de las situaciones laborales se solventan de forma individual, te buscas la vida la vida como puedas.

Y ¿cómo interpreta la aparición de nuevos partidos políticos precisamente en estos momentos?

Es lógico, es un fenómeno muy de clase media. Las propuestas que nos ofrecen estos nuevos partidos en general son propuestas escasamente revolucionarias. En mi opinión, no propugnan un cambio de estado, un cambio de las reglas del juego, lo que se propugna es honestidad, transparencia y participación. La única diferencia que se puede establecer con Podemos, por ejemplo, es que quiere otro tipo de reparto y de distribución de los recursos que se generan pero es un reparto que podían haber suscrito los socialdemócratas en el siglo XX. No es algo rompedor aunque así nos lo pretendan presentar.

En cuanto a su aparición en estos momentos me parece normal. Cuando te ves confinado a una situación de gran impotencia y tienes que solucionar las cosas por ti mismo a pesar de que hay mecanismos institucionales que deberían ayudarte, la gente piensa que si el que tiene que hacerlo, no lo hace, ¿por qué no lo hacemos nosotros? Es la idea que están creando estos nuevos partidos en España.

¿Es posible que durante mucho tiempo hayamos estado demasiado acomodados y ahora estemos empezando a querer tomar el control de la situación?

Hay que tener en cuenta que los procesos de cambio social son lentos. Desde que se percibe la señal de la crisis hasta que llega el momento en el que uno dice, 'no puedo más', transcurre tiempo. Se ha hablado de cierta anestesia, por ejemplo cuando los bancos concedían créditos y la gente podía consumir, porque el malestar estaba ahí. España no ha sido un país que se haya caracterizado por unas tasas de ocupación elevadas, la gente joven tampoco lo ha tenido fácil desde hace décadas, los precios del transporte, la gasolina y la vivienda ha subido mucho… y todo esto lo hemos tolerado hasta que ha llegado un momento en el que dices basta… Es cuando la gente decide ponerse en marcha.

Crisis económica, crisis sistémica, una educación en crisis, pérdida de derechos sociales… ¿cómo ve el futuro?

El futuro es algo que escribimos nosotros, que está por escribirse.

En el aspecto político estamos en un momento peculiar porque hay dos formaciones antiguas que tienen mucho peso, una estructura de poder y que gobiernan en muchos lugares. A su favor tienen la tradición, la energía de la gente y la simpatía de unos votantes fieles. Y otros partidos emergentes, como Ciudadanos y Podemos, que han arraigado más en entornos urbanos y entre los jóvenes. Se presentan como el futuro y ahora estamos en ese momento en el que lo viejo y lo nuevo están chocando. Está por ver si alguna de las fuerzas viejas va a perder pie y le va a sustituir una nueva o van a ser las dos o ninguna…. Estamos en un momento de pelea fuerte pero es algo que está pasando en toda Europa. Vivimos un momento de cambio social fuerte de forma que el momento de cambio político también es fuerte, veremos qué ocurre.

Mi apuesta. Hay una gran insatisfacción con las fuerzas antiguas porque han perdido mucha credibilidad y, cuando has perdido la credibilidad, es complicado recuperarla.

En lo social, y aunque depende mucho de lo que hagamos y pongamos juego, las cosas serán difíciles y las soluciones van a individualizarse. Las opciones van a depender mucho de la capacidad que cada uno tengamos para desenvolvernos en este nuevo mundo. Pero también espero que podamos establecer estrategias nuevas que nos permitan una vida mejor de la que nos espera que no parece nada buena. El futuro dependerá mucho de lo que hagamos.

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