Entre el 80 y el 90% del negocio del sexo en La Rioja se concentra en Logroño

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A las diez de la noche de un jueves los bares de alterne del centro de Logroño están vacíos, lo siguen estando a las once y hasta que cierran. No son más de uno o dos los clientes que entran en los bares o pubs donde chicas de diferentes edades, nacionalidades y condición cambian su tiempo y servicios a almas que necesitan compañía o ahogar sus necesidades más íntimas. El fin de semana tampoco atrae a riojanos y residentes temporales a estos lares que pocos años atrás estaban en pleno rendimiento económico.

No muy lejos de la Gran Vía de Logroño, en el interior de uno de los pocos clubs riojanos que logra mantenerse desde que en el año 2008 comenzara la crisis financiera, tres bellezas de ébano se apoyan en la barra y fuman, olvidando la ley anti-tabaco. Este local “puede que sea el único” que frecuentan prostitutas procedentes del África Subsahariana. Ninguna llegará a los treinta y pocos, quizás la camarera, de aspecto europeo, que nos mira con desconfianza: “¿Periodistas? Si queréis saber de prostitución en La Rioja ir a los bares de carretera”. Sólo la situación económica consigue sacarle unas palabras: “la crisis nos ha afectado y mucho: por eso están cerrando todos, pero quienes lo van a notar más que nosotras, son los jefes”, continúa. “En lo que llevamos de semana sólo han entrado 4 ó 5 clientes, quizás entre el viernes y el domingo lleguemos a los 10”.

Cerca del 90% de la prostitución femenina riojana está ejercida por extranjeras,

años atrás el porcentaje era superior. La mayor parte procede de Europa del Este y de países de América Latina, aunque no ha sido un vuelo directo: prácticamente todas han hecho escalas o “pinitos” en otros puntos de la geografía española. “En La Rioja no gustan las rumanas, y hay muchas; pero prefieren las españolas y las sudamericanas”, nos explica una de las entrevistadas, española, en otro local de alterne. “Pero todas las españolas nos estamos yendo. Yo misma me iré a Donosti, allí se gana bien, volví para ver cómo estaban las cosas, pero me vuelvo… soy de las pocas que quedan”, suspira mientras echa una bocanada de humo.

Los clientes, sin embargo, encuentran que cada vez hay más españolas: “si no lo son, por lo menos dicen serlo, procuran tener un acento español perfecto. Lo hacen porque ya cansan tantas extranjeras, es más de lo mismo. Una española es la novedad”. La joven rumana que permanece de pie en la pequeña habitación sonríe: “aquí, con las viñas, se mueve mucho dinero; pero a los riojanos esto les da vergüenza, no es como en otras zonas”. Ya estuvo en Andalucía y aquí vive con su madre y sus hijas. Nos dice que en el club todas cobran lo mismo para no hacerse competencia y no cree que gane más una nacionalidad que otra “depende del cariño que transmita la persona, de su personalidad”.

Algunos cuarentones que frecuentan el bar nos explicarían que, en realidad, “cada una tiene un precio que negocias antes de ir a la habitación”. Pero la cuestión económica no es determinante a la hora de elegir chica. El precio, por media hora de servicio, varía entre los 40 y los 110 euros. Claro que por el uso de los “reservados”, ya sean las habitaciones o el “saloncito” privado, entre 10 y 15 euros van para el establecimiento: “son por el alquiler de la habitación durante media hora, el condón y las sábanas desechables”. La diferencia de las habitaciones reservadas para servicios sexuales entre los diferentes locales de alterne es grande. “Las habitaciones fueron reformadas hace unos pocos años”, nos explica la propietaria de un local, ante nuestra sorpresa por salirse de los tugurios a los que empezábamos a acostumbrarnos. Nos sonríe, lleva más de diez años en el negocio y sabe que pocos locales pueden hacerle competencia. “Pero la clave del prestigio está en las chicas”, continúa.

“Aquí siempre hay muchas y los clientes lo saben”. Algunas frecuentan el local desde hace varios años. Detrás de cada una hay una historia. Varias nos cuentan que están divorciadas y dejaron su familia y países de origen para una vida que no siempre correspondía con la esperada. No pocas tienen hijos, a cuyo cargo está la familia que vive de las remesas que envían. Hay quienes han abandonado sus raíces en busca de una vida, de la que no dan explicaciones a nadie. Algunas sabían a lo que venían, e incluso llegaban con una maleta de experiencia, otras comenzaron llegadas a nuestro país. El inicio de la prostitución suele comenzar en la calle o en los bares, también es frecuente que alguna conocida o amiga introduzca a la recién llegada al mundo del sexo pagado.

Lo “único” que pagan en el bar las mujeres que ejercen la prostitución, según nos dicen, es el uso de los reservados, no están obligadas a consumir ni a salir con ningún cliente: “aquí no estamos obligadas a nada, vienes porque quieres”, nos explica una de las chicas. Afirmación que corroborarían muchas otras cada vez que formulábamos la pregunta.

“En los bares no encontraréis mafias: esto es como una familia. En los locales más grandes, en la carretera, se rumorea que sí”, nos dice una de las chicas con -¿podríamos decirlo así cuándo no hay legislación que lo regule?- una larga experiencia profesional en este mundo, que no se agota en la noche. En los clubes de carretera los encargados lo desmienten “aquí no hay mafias, es más: cuidamos a las chicas. Cuando están enfermas o no pueden trabajar les pagamos todo. Cuando llegan les pedimos la documentación y si vienen de extranjería están protegidas”.

No es fácil descubrir lo que guardan para sí las prostitutas de los grandes clubs de carretera, que se alzan triunfantes en las afueras de Logroño. Menos aún cuando una vez dentro sólo oyes sus risas o la música, a cuyo son danzan en la pista o en la barra como si de una discoteca más de la ciudad se tratara. De las amenas conversaciones con empleados, clientes y prostitutas tampoco se pueden deducir vidas truncadas ni sueños rotos. “En los pisos es donde realmente existe explotación de la mujer: están obligadas a acostarse con los clientes que vengan y la mitad de los beneficios son para la propietaria, que siempre, en la entrada, cobra por adelantado”, nos explicaría una de las chicas.

El negocio de los pisos está en plena expansión en Logroño. Si entre foros y anuncios confirmamos entre 15 y 20 pisos en los que se ejerce la prostitución, algunos clientes habituales nos señalan 40 ó 50. No en vano es Logroño y sus alrededores los que concentran entre el 80 y el 90% del negocio del sexo en La Rioja. Lo termina de perfilar Rincón de Soto (con al menos 2 clubes nocturnos), Calahorra (con un gran local y algún piso) y Haro (1 ó 2 pisos): “Fuera de Logroño encuentras [pisos] en Calahorra y Haro”, nos explica un cliente. “No hay anuncios en periódicos ni Internet porque no quieren que se enteren los vecinos”.

Habitualmente los pisos privados se ubican en la primera planta. En uno de los más prestigiosos nos acoge el propietario, que en este caso es la persona encargada de la recepción de los clientes, la que formaliza los términos del servicio sexual y cobra el dinero (siempre por adelantado). En su ausencia, estas funciones son realizadas por el encargado del piso. Un aroma relajante, afrutado oriental, y tenues luces que incitan a la intimidad recorren el piso. Sugerentes habitaciones llaman a adentrarse en ellas. Todas poseen un gran reloj que recuerda que cada minuto pasado con una de las jóvenes mujeres o travestis que residen ahí tiene un precio… nunca menos de 20 euros por 15 minutos. Aquí pueden poner sus normas, pero no eligen: 24 horas al día están disponibles para cualquier cliente que pueda subir.

Es esta disponibilidad la que hace que por 21 días (el estándar de una plaza) una de estas chicas en pisos pueda ganar entre 2.500 y 5.000 euros. Los beneficios para los propietarios del piso (que suelen ser del 40-50%) superan los 8.000 euros en el peor de los meses. Ahora estamos en uno de esos periodos malos porque, como nos explicaría un propietario de un club nocturno “la prostitución es un artículo de lujo y, en épocas de crisis, no se compra”.

En el negocio de los pisos, no son los vecinos los primeros en quejarse aludiendo a los ruidos (aunque algunos “pisos de relax” están incluso insonorizados) y al ambiente que dicen deriva de un foco de prostitución (a pesar de que muchos sólo son accesibles para bolsillos solventes). Los propietarios de clubes nocturnos y locales de alterne denuncian, por su parte, la evasión de impuestos y competencia ilícita ante un “negocio consentido, pero no legalizado”.

El negocio del sexo en Logroño

Logroño es la ciudad riojana con más pisos en donde se ejerce la prostitución (entre veinte y cincuenta), más clubs nocturnos (una decena) y la única en La Rioja que cuenta con tres locales donde también hay prostitución de día. Prácticamente todos se encuentran en las calles más céntricas. Las carreteras de entrada y salida de la capital riojana son las que cuentan con los clubs más grandes y rentables económicamente de toda la comunidad autónoma. La demanda de salidas o servicios sexuales a domicilio (hotel o vivienda privada) hacia todos los puntos de la región riojana parte mayoritariamente de Logroño: a veces con taxis pero, debido sobre todo a que éstos no quieren esperar a que las prostitutas finalicen su trabajo para llevarlas de vuelta a su lugar de residencia –menos aún en servicios de noche–, estos trayectos se realizan cada vez más por conductores privados.

Ellos cubren, para mayor seguridad de las chicas, el viaje de ida y vuelta

y el tiempo de espera hasta que el servicio termine. Las dos tiendas que hay en La Rioja de productos eróticos, sexuales o pornográficos también se encuentran en Logroño. Estos pequeños negocios, aunque no están directamente relacionados “sí tienen mucho que ver con la prostitución”, nos explica uno de los empleados. “Las prostitutas vienen aquí a comprar productos para satisfacer a sus clientes como aceites, lencería o juguetes”.

Los clientes también buscan complementos o juguetes para llevarlos consigo a pisos y clubes: “hay hombres que compran vibradores y penes [de silicona, látex u otros materiales] y piden a las chicas que se lo introduzcan [analmente]”, aclara uno de los habituales en locales de alterne. “En los pisos tienes travestis, pero aquí [en el club] para no llamar la atención, sobre todo si vienes con amigos, llevas el juguete”. No son sin embargo estos dos perfiles quienes más frecuentan estos lares, uno destinado prioritariamente al divertimento de la mujer (tienda sensual o erótica) y el otro (sex shop) con mayor afluencia masculina, por encontrar además del surtido de juguetes eróticos y lencería; revistas, material audiovisual y cabinas de visionado de películas pornográficas.

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