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La Mirada Crítica: “Maldita Irregularidad”

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Por Nacho Labarga Adán

Lo peor del resultado obtenido en Guijuelo no es la propia derrota en sí, ni siquiera la imagen ofrecida en tierras donde cualquier mal se arregla con un buen jamón. Lo más dramático es la inercia que parece haber adquirido la UD Logroñés con esta nueva caída. La apatía deseando apoderarse de los resultados. Lo que debería ser un tobogán de sensaciones por la diversidad de rentas, se está convirtiendo en un viaje a la deriva. Sin timón ni catalejos.

La regularidad es una virtud fundamental en el fútbol. No sólo por la cantidad de puntos que viaja con ella, sino -y lo más importante- por la estabilidad emocional que trae consigo, ya que es ella la que enseña el camino, la que permite observar con claridad el próximo destino (el rival). Quién marca los objetivos.

En estos siete primeros encuentros, la Unión ha conseguido dos victorias, otros tantos empates y, con la de este domingo, suma ya tres derrotas. Demasiadas para estas alturas según los objetivos que se plantearon al inicio. El equipo nunca repite resultado en envites consecutivos. Cada jornada varía el desenlace. Por eso no resulta extraño observar la derrota de este domingo en Guijuelo ante un equipo que jugó durante varios minutos con un jugador menos y que ni siquiera sabía lo que era ganar en liga. Al menos hasta enfrentarse ante el Logroñés.

Lo bueno (o malo) que tiene esta liga -la 2ª B- es que, a diferencia de otras competiciones superiores, dos o tres resultados positivos permiten introducirte en la batalla. Lo mismo ocurre a la inversa. Lo normal sería motivarse o desvanecerse cuando se tomase uno de estos dos carriles. La UDL no puede. Su rendimiento hasta la fecha no se lo permite. Entonces es cuando visita la apatía. El desconcierto. La tierra de nadie. La desazón. Llegados a este punto es necesario renovar estímulos. Y esto suele suceder cuando la gloría asoma o las llamas acechan. En este preciso momento el cielo se esconde tras cinco puntos mientras que el fuego prende a tan sólo dos. Quizá este sea el mejor aliciente. O tal vez no. El caso es saber hacia dónde mirar: arriba o abajo. El ascenso o la indolencia.

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