Jornada intensiva de verano: un bien común

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21 de junio, 13:28 hora peninsular. Quizá la estación más esperada del año hace su aparición en escena. El verano llega y, como sucede todos los años, con él llegan los cambios. Todo parece que pierde consistencia; consistencia física, el calor provoca la desaceleración de los cuerpos, que combaten en su fuero interno por soportar el fuego externo; consistencia psicológica, vacaciones a la vista, cuerpos semidesnudos intrigando a otras tantas mentes, ganas de tumbarse en la hamaca con la vista perdida en un horizonte marino, y no anclada en la luz artificial de un monitor de ordenador o en el catálogo inerte de los productos de una estantería.

Para los estudiantes es tiempo de descanso. Tres meses muy largos por delante para recuperar la energía perdida en los nueve meses que dura el curso escolar. Para los trabajadores la cosa cambia, con la perspectiva de sólo una parte del verano libre por las vacaciones, han de acatar el tiempo restante las exigencias laborales y adultas que aseguren un plato caliente – o, en este caso, quizá mejor una ensalada fría- un par de veces todos los días sobre las mesas de sus hogares. Y encima, algunos de ellos, con la carga de los niños sobre sus espaldas.

Sea verano o no, hay que seguir trabajando. Aunque duela. Y hay algunos empresarios, quizá no tantos como se quisiera o se debiera, que lo saben. Que saben que duele. Muchos jefes tienen en cuenta todos los factores antes mencionados e intentan paliar los efectos del estío en sus trabajadores con otro tipo de condiciones más llevaderas para soportar las circunstancias de la estación más larga del año. Una de esas condiciones, además de teletransportar a los empleados al polo norte gracias a las maravillas de los aires acondicionados, consiste en hacer un cambio en el modelo horario de la jornada. Hasta julio el horario habitual en las empresas, a excepción de los benditos viernes, suele ser partido. Se trabaja por la mañana, se come en casa y se vuelve al trabajo a trabajar, sirva el pleonasmo, hasta bien entrada la tarde. Pero a partir de julio, y hasta septiembre, hay algunas empresas que benefician a sus trabajadores con un cambio en el horario laboral. Se entra antes por la mañana y se sale algo después de lo habitual; esto no sería un favoritismo en pos del empleado si no fuera porque por la tarde no hay que volver al tajo. Siesta, piscina, parque con los niños o televisión con ventilador de fondo pueden ser actividades suplentes bastante más reconfortantes. Y estas actividades tan ociosas pueden repercutir, incluso, en beneficio de la empresa.

De hecho, y según un estudio de Randstad, empresa con más de 50 años de trayectoria en el campo de los Recursos Humanos, sólo el 11% de los trabajadores cree que la productividad no sufre un aumento con la reducción de la jornada, sino cierto declive. Sin embargo, un 55% cree que el rendimiento aumenta y un 33% opina que no se dan cambios significativos. También el mismo estudio refleja como, según de la posición en la que se esté, las perspectivas varían, pues para el 65,5% de las personas con trabajo la jornada intensiva aumenta la productividad, frente al 40,8% que comparte la opinión estando en el paro.

El estudio también muestra diferencias sustanciales en relación al nivel de grado académico. Para el 65,5% de los universitarios el cambio de jornada en verano es beneficioso para la empresa, frente al 54,3% de los encuestados con títulos de Bachillerato que comparten la misma opinión, el 51,10% de aquéllos con FP y el 48,2% de personas con estudios básicos.

Respecto a sexos, la opinión de que una jornada intensiva en verano mejora la productividad, quizá porque ésta puede permitir una conciliación familiar más óptima, es mayoritariamente femenina. El 59,4% de las mujeres cree en la mejora productiva gracias al cambio de horarios, frente a un 50,5% de hombres que comparten esa creencia. Pero, al final, se acaba imponiendo la opinión de que una jornada intensiva es beneficiosa por lo menos para el empleado, pues el mismo estudio de Ramstad asegura que un 76% de los candidatos a un empleo valoran positivamente que la empresa tenga en cuenta la vida no laboral de los trabajadores a la hora de acceder a él.

Uno de esos varones enmarcado en la mitad que considera positiva la jornada intensiva en verano es Carlos del Río, que trabaja en el departamento de Márketing en las bodegas Ramón Bilbao desde hace poco tiempo y encontró muy gratificante que se le comunicara que en verano su horario laboral sufriría un cambio. Él también considera que, por lo menos durante el verano, la producción de la empresa mejora gracias a esta modificación horaria. “Llevo poco tiempo trabajando aquí y estoy muy contento”, explica Carlos, “de todos los sitios en los que he estado es en el que mejor me encuentro. Me ocupo de las redes sociales, de tareas de comunicación... es algo que hago con mucho gusto y estoy encantado. Por ejemplo, por las mañanas, vengo feliz a trabajar, y eso que estoy en Haro, (Carlos vive en Logroño), vaya, quiero decir que mi trabajo no supone un suplicio como para mucha gente que trabaja porque hay que hacerlo. Bueno, pero basta ya de ser pelota (ríe). Yo, fuera de aquí también tengo mi vida. Mi novia, mis amigos, tengo un grupo de música... hasta ahora salía a las siete, y entre que llegaba a Logroño y tal, pues apenas podía pasar un par de horas de tiempo para mí, porque al día siguiente había que estar fresco. Igual en invierno eso no es tan importante porque con el frío, la oscuridad, parece que apetece estar un poco más recogido, ver una peli con la novia, echar unas partidas con los amigos, algo más tranquilo. Pero ahora en verano, que hasta las diez no es de noche y hace tan buena temperatura, es como si apeteciera más poder disfrutar del tiempo. Poder comer en casa y tener toda la tarde libre es una gozada. Yo creo que se cargan las pilas un montón y que al día siguiente estás con la cabeza mucho más dispuesta. En mi opinión el beneficio en este caso es mutuo, tanto para el trabajador como para la empresa”.

Carlos es uno de los afortunados que puede decir que carga bien las pilas las tardes estivales. La Rioja, al ser una región donde las temperaturas no llegan a ser extremadamente altas- aunque haya días en que esta afirmación pueda rebatirse con todas las de la ley-, no tiene una tradición de cambio de horario laboral como en otras regiones más orientadas al sur, en las que incluso estas variaciones horarias están recogidas por convenio. Ana Terrazas, secretaria de Empleo de Comisiones Obreras , tilda de “casi simbólico” el número de empresas que aplican en La Rioja la jornada intensiva en verano. Ana también explica como, al no haber un convenio que regule la situación, es difícil calcular el número de empresas que aplican el cambio de jornada en la región y, además, asegura que, desde su sindicato, están totalmente a favor de la reducción de los horarios en verano, “nosotros estamos a favor de que se haga jornada de mañana, adelantando sus horarios, y de que se reduzcan los horarios de tarde”, apunta la secretaria de Empleo de CC.OO. “pero se hace a nivel particular de la empresa. No está recogido, por lo que los datos que tenemos de las empresas son más el boca a boca que datos reales, porque al no haber convenio, al no haber un acuerdo entre empresas y trabajadores, no se da una regularización porque no están obligados”.

Ana Terrazas también es de la opinión de que estos cambios de jornada son beneficiosos para las empresas, pero que a las que no los aplican les cuesta dar el paso por “dejar las cosas como están” y no arriesgarse a que una modificación suponga una alteración que pueda contemplar connotaciones negativas. “Desde luego aumentaría la productividad, por supuesto”, opina Ana, “y para nosotros es positivo que se haga y creemos que sería la mejor opción. Lo que pasa es que es de estas cosas que no se hacen porque más vale no moverlas si estamos bien. A las empresas les cuesta abrirse a novedades. No es tanto porque sea malo, sino porque lo que cuesta es convencerse. No todos los cambios son para peor. Las empresas que de alguna manera ya han entrado a hacer este tipo de cambios, poco a poco pues lo van viendo y se van adaptando. Ven la mejora. Se trabaja mejor, en los horarios de mañana se rinde más”.

A la vista de lo hasta ahora expuesto, tanto en materia sociológica como se extrae del estudio de Ramstad, como a nivel personal y laboral, a través de las opiniones de Carlos y Ana Terrazas, se deduce que el cambio de jornada en verano no resulta sólo una buena idea para que los trabajadores puedan conciliar una vida de trabajo y personal, sino que también genera una mayor productividad que deriva en ganancias empresariales, tanto económicas como humanas. Con la intención de adentrarnos también en los factores psicológicos del individuo, y analizar como afecta intrínsecamente al mismo la sensación de, por lo menos, algo más de libertad que proporciona el cambio de horario en las jornadas veraniegas, hemos contado con la opinión de Noelia Moreno, del Centro de Psicología Adara, que nos ha explicado con clara profundidad cómo funcionan los resortes internos de las personas para con los factores externos que crean sus vidas.

Noelia nos explica como al individuo hay que entenderlo de forma “cuatridimensional”. Estas cuatro dimensiones son la biológica, la psicológica, la social y la espiritual, “porque el individuo demanda crecimiento y desarrollo personal”. Para llegar a la meta que todo hombre anhela, la denominada “Salud integral”, estas cuatro dimensiones han de estar cubiertas. De no estarlo se rompería el equilibrio físico y psicológico del ser – denominación de Salud Integral dada en Psicoinmunología- y esta ruptura tendría el nombre de enfermedad.

“Actualmente”, nos comenta Noelia, “la velocidad de los cambios, las demandas sociales y laborales... nos llevan a descuidar algunas de estas necesidades básicas, potenciando los desórdenes que tienen que ver con trastornos de ansiedad, estrés, fluctuaciones del ánimo, depresión, descontento personal, fatiga crónica, falta de sentido u orientación hacia el futuro, etc.. A nivel laboral los desequilibrios afectan a la productividad y al rendimiento de la empresas y los trabajadores, hasta tal punto que se vienen recomendando la puesta en marcha y activación de lo podemos llamar como 'Inmunógenos conductuales': conductas, cogniciones y emociones positivas que generan bienestar y fomentan la salud: alta autoestima, alta autoeficacia, control emocional, alimentación adecuada, calidad del sueño, buenas relaciones interpersonales, disfrute del ocio, etcétera”.

El beneficio en el cambio de la jornada, como nos hace saber la doctora Moreno, recae sobre todo en el empleado, “la reducción de la jornada laboral revierte, además de en la empresa u organización, principalmente en la calidad de vida de los trabajadores en la medida que potencia la activación de estos inmunógenos conductuales permitiendo una mayor calidad de vida a nivel individual”, pero la máquina no puede funcionar adecuadamente si sus piezas no se encuentran en un estado óptimo. Noelia nos habla de los beneficios que, en estos engranajes humanos, puede llegar a causar la modificación veraniega de los horarios de trabajo, repercutiendo, por lo tanto, a la salud general del conjunto:

Se reduce la activación provocada por la prisa y el estrés de los desplazamientos y de las tareas, horarios y obligaciones laborales.

• Se favorece el descanso y la capacidad de desconectar del ámbito laboral para disfrutar y enriquecer las relaciones interpersonales.

• Permite disfrutar y planificar actividades de ocio, aficiones, deporte la satisfacción por la vida y el disfrute de lo presente, lo cotidiano, el tener tiempo para comprender la vida tal cual es y lo es importante para cada uno y qué estamos haciendo para lograrlo.

• Se incrementa el tiempo y la calidad del tiempo compartido en familia y amigos.

• Potencia la sensación de autoestima y la percepción de autoeficacia en el propio desempeño laboral, mejorando la motivación intrínseca y la calidad de las relaciones interpersonales en el puesto de trabajo

• Se reduce el estrés, la activación y con ello es más sencillo gestionar los mecanismos de control del estrés laboral y prevenir por tanto los trastornos psicológicos y físicos derivados.

Así pues, y con semejantes datos a la vista, puede que sea hora de que los empresarios riojanos comiencen a tomar nota. Quizá no para este año, pues la jornada intensiva para los que la disfrutan está ya en pleno auge, pero sí para poder hacer que los veranos venideros sean más llevaderos. Las estadísticas lo corroboran; las opiniones personales también. Los estudios psicológicos y las propuestas sindicales aseguran que el bien común, la simbiosis laboral, está al alcance de la mano. La jornada intensiva en verano es altamente beneficiosa porque después, para ser hormigas, quedan diez largos meses. Y, además, no siempre puede ser invierno.

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