Nueve años con el mismo estimulador cerebral

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Un nuevo dispositivo permitirá reducir el número de operaciones de sustitución de batería a las que se sometían los pacientes con enfermedades como el Parkinson, la distonía y el temblor esencial. Los dispositivos utilizados hasta el momento tenían una vida útil de cuatro años -dos años en el caso de la distonia-, por lo que el paciente debía ser intervenido para la implantación de un nuevo neuroestimulador. Gracias a este avance tecnológico, los enfermos no serán operados hasta pasados nueve años. La tolerancia al dispositivo es mayor gracias a su reducido tamaño -un 50% menor con respecto a anteriores modelos-, por lo que el riesgo de formación de úlceras disminuye de forma considerable.

Los pacientes tendrán un control más preciso de su función motora ya que, tan sólo pulsando un botón -dentro de los parámetros fijados por el médico- podrán ajustar la terapia según sus necesidades. Otra de las ventajas es la reducción del coste sanitario, pues disminuyen las intervenciones y el número de neuroestimuladores. Así, por ejemplo, los pacientes con Parkinson pueden ver reducida la medicación requerida para controlar su enfermedad con este tipo de terapia, denominada estimulación cerebral profunda (DBS, en sus siglas en inglés).

Hasta el momento se ha intervenido a dos pacientes con distonía, enfermedad neurodegenerativa que provoca contracciones sostenidas de músculos en una o más partes del cuerpo, causando retorcimientos o torsiones de las partes afectadas. Especialistas en neurocirugía y neurología del Hospital Clínic de Barcelona y del Clínico de Valencia han sido los primeros en implantar este nuevo dispositivo a estos dos pacientes. Los equipos médicos de ambos hospitales están formados por José Miguel Lainez, neurólogo, y Pedro Roldán, neurocirujano, ambos del Hospital Clínico de Valencia; y Jordi Rumià, neurocirujano del servicio de Neurología del Hospital Clínic de Barcelona, junto con Francesc Valldeoriola, neurólogo del centro catalán.

Más de 12 millones de personas en Europa sufren trastornos neurodegenerativos que pueden causar incapacidad y daños a nivel del sistema motor. La estimulación cerebral profunda trabaja mediante la estimulación eléctrica de estructuras en el cerebro, el Núcleo Subtalámico (STN) o el Globo Pálido interno (GPi), que controlan el movimiento y las funciones musculares. Un electrodo con cuatro polos minúsculos se implanta quirúrgicamente en el cerebro y es conectado mediante una extensión que va por debajo de la piel a un neuroestimulador implantado en la zona abdominal.

Poco tiempo después de la cirugía el paciente vuelve a ver a su médico para empezar con la programación inicial del neuroestimulador; de esta forma, se optimizará el control de los síntomas de la enfermedad para minimizar los efectos secundarios.

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