Cuatro generaciones de una familia al servicio de las especias

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Existe incluso antes de que existiera la Plaza de Abastos de Logroño. Y es que, La Casa del Pimentón de Logroño es uno de esos rincones de la ciudad con una historia propia. Al frente del negocio está Enrique Gil, la cuarta generación de una familia dedicada a las especias. Gil recuerda que su bisabuela ya acudía al solar que ahora ocupa la Plaza de Abastos de Logroño. “Antes de que construyeran la Plaza, mi bisabuela ya venía al mercado de alimentación que había, como el que actualmente puede haber en Las Norias o en el Mercado de los Pimientos”.

Una vez que construyeron la Plaza, “mi bisabuela consiguió un puesto en la segunda planta de la Plaza”. Y desde hace más de tres décadas, La Casa del Pimentón sirve a sus clientes en la calle Sagasta de Logroño. Más de treinta años durante los cuales los productos han ido evolucionando al mismo ritmo que la sociedad.

Prueba de ello es la clientela tan diversa que tienen. “Nuestros clientes son de lo más variado y de todo tipo ya que entre ellos contamos a gente de pueblo que sigue haciendo matanza y cazadadores hasta jóvenes hipsters interesados en esto de las especias”.

El secreto del éxito de La Casa del Pimentón, confiesa, “es la calidad de nuestros productos”. “El negocio comenzó con mi bisabuela, por aquellos años los productos que vendía eran, sobre todo, pimienta, sal y tripas para la matanza”. Ahora, todo es diferente y el abanico es muchísimo más variado.

Eso sí, matiza, “vendemos productos puros. Ahora es muy habitual encontrar té negro con cientos de aromas. Nosotros no. Nosotros apostamos por los productos puros de forma que aquí encontrarás ese té negro y esa vainilla pura para que luego seas tú el que haga la mezcla en casa”.

Y así, esta familia lleva 4 generaciones dedicada al mundo de las especias y, por lo que parece, la quinta generación está asegurada. Y es que, reconoce que esto engancha. “Es algo que he vivido desde pequeño porque mi padre me obligaba a ayudarle en la tienda cuando suspendía. También cuando aprobaba, el premio era poder ayudarle en la tienda”.

Y ahí quizás le picó el gusanillo porque los pasos de Gil, en un principio, iban encaminados hacia otra dirección. “Una vez que terminé mis estudios mi futuro laboral iba en otra dirección pero cuando llegó la jubilación de mi padre me dio pena que se perdiera el negocio familiar y aquí estoy”. Y, de momento, reconoce estar satisfecho con la marcha del negocio. Un negocio al que antes acudían “sobre todo gente mayor, amas de casa y restaurantes y que ahora también se ha convertido en punto de referencia para gente joven”.

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