“Hay mensajes machistas en la música o la publicidad más peligrosos que los golpes”

Rioja2

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No es común pensar que las adolescentes sufren violencia machista, pero las estadísticas de adultos se repiten en los jóvenes: una de cada cuatro chicas sufren algún tipo de violencia de género. La educadora social Marina Marroquí advierte de la necesidad de detectar señales antes de que sea demasiado tarde: “Cuando tienes que filtrar lo que dices, cuando tu novio siempre te fastidia las ocasiones especiales, cuando llegas a casa pensando a ver de qué humor está...huye de esa relación”.

Marroquí es la presidenta de la Asociación Ilicitana contra la Violencia de Género y esta semana estará en Arnedo impartiendo una serie de talleres a adolescentes y a padres. Se dio a conocer en el programa Salvados, narrando su propia experiencia como mujer maltratada a los 15 años. Ahora trabaja enseñando a los más jóvenes a reconocer cuándo están sufriendo machismo. Contrariamente a lo que podría parecer a priori, no siempre es fácil identificarlo.

“La única línea roja que hemos marcado como sociedad es que te peguen, pero antes de llegar a esa situación la mujer ya está anulada y no dice nada”. Hay, por tanto, que identificar esos estereotipos que la sociedad ha normalizado y que tanto calan en los más jóvenes. “En la adolescencia los jóvenes se dejan influenciar por los youtubers, la música, los medios de comunicación y dejan de tener en cuenta la opinión de los padres”.

Así, asumen como normales los memes con chistes machistas, las películas como 'A tres metros sobre el cielo' o las canciones de reggateon...y no sólo esas. Marroquí usa en sus talleres canciones de Vanesa Martín, Andy y Lucas, Marc Anthony, Malú y Alejandro Fernández. Muchas de ellas transmiten un concepto erróneo del amor en el que “es súper bonito morir por amor o aguantar lo malo sin decir nada”. Marroquí lo tiene claro: “Estos mensajes son más peligrosos que los golpes”.

ESTÍMULOS E INFLUENCIAS

¿Los jóvenes de ahora son más machistas que los de antes? Esta educadora considera que tan sólo reproducen los estereotipos que ven en la sociedad. “¿Qué pensábamos, que los primeros jóvenes que han crecido en democracia iban a ser igualitarios porque sí?. La sociedad ha normalizado determinados comportamientos”, afirma Marina, quien cree que todavía queda mucho por hacer. “A nadie se le ocurre hacer un chiste racista con gente que acabas de conocer, pero es normal hacer comentarios machistas y nadie lo cuestiona”.

Todo ello con el añadido de que que, hoy en día, los estímulos a los están sometidos los adolescentes se han multiplicado exponencialmente, con la música, internet o la televisión. Las redes sociales tampoco han jugado a favor. “Dan herramientas a los controladores y crean una angustia añadida en la víctima”. Tampoco la publicidad, que de forma subliminal transmite en demasiadas ocasiones que “la mujer es un objeto, tiene un precio y se puede comprar”.

UN PROBLEMA DE TODA LA SOCIEDAD

La solución, por tanto, es cosa de todos. “La violencia machista acabará cuando el maltratador no pueda justificar lo que hace. Si los hombres se despojan del machismo barato y son hombres de verdad, cualquier mujer reconocería a un machista porque se quedaría solo”.

Estos talleres están especialmente dirigidos a los chicos. “Los hombres creen que el machismo les trae privilegios, pero lo cierto es que llevan un gran peso sobre los hombros, no pueden llorar ni mostrar sus sentimientos, tienen que pagar un precio altísimo”. Luchar contra esta lacra no es, por tanto, una tarea exclusivamente femenina. Los chicos tampoco deberían consentir determinados comportamientos. “Ellos tienen la clave”.

Los talleres también dan herramientas a los padres para prevenir estas situaciones. “Ellos tienen el papel más difícil, porque ven los toros desde la barrera y se sienten impotentes. Deben notar si algo en la personalidad de sus hijas está cambiando para saber sacarlas de ahí. Muchas veces lo negarán. El síndrome de la mujer maltratada es parecido al de Estocolmo, les da pena el maltratador”.

Todos, padres y alumnos, salen de este taller con sensaciones diferentes a las que entraron, planteándose si es posible que, sin darse cuenta, ellos o alguien de su entorno esté en una situación tóxica. El tema da qué pensar. “En 2016 han pasado 9.000 chavales por estos talleres y nunca me he ido de un aula sin que una chica me haya dicho que ha vivido una situación semejante”.

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