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Disfraces “sexis” para niñas: la hipersexualización de las menores

Rioja2

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Se acercan carnavales. Acudimos a un comercio cualquiera a elegir un disfraz. Nos damos una vuelta por sus pasillos y en la mayoría, podemos encontrar la sección dirigida al público masculino, aquella enfocada al femenino, y algunos disfraces que pueden considerarse ¿unisex? ¿neutros?... Echamos un vistazo a los de ellos: policía, bombero, alienígena, vikingo, vampiro… Nos damos una vuelta por la sección femenina: policía sexy, bombera sexy, alienígena sexy, vikinga sexy, vampira sexy… Vamos, que con menos tela, faldas minúsculas, y un tallaje que se ajuste más al cuerpo acompañado del calificativo “sexy”, podemos convertir casi cualquier disfraz masculino en un producto dirigido a nosotras.

El sexismo corre por la gran mayoría de nuestras tradiciones, fiestas y costumbres. A veces, sobre todo a nosotras, nos tachan de radicales, acusándonos de tener el radar muy activo y saltar a la mínima. ¿Cómo podemos saber si algo es sexista? Muy sencillo: cogemos el hecho concreto y lo aplicamos al género masculino. Si el resultado es ridículo, sí, es sexista.

Y ojo, porque el sexismo no solamente lo encontramos en el sector adulto de la población. Vivimos en una sociedad hipersexualizada, en la que se emplea el sexo en general y el cuerpo femenino en particular para vender prácticamente cualquier cosa, en la que la doble moral es el pan de cada día: por un lado condenamos con todas nuestras fuerzas la pederastia y por otro lado, “hace gracia” o incluso se puede llegar a verbalizar que “no es para tanto” (como nos han transmitido a nosotras) cuando vemos por las redes sociales un disfraz para niñas entre 1 (¡¡¡uno!!!) y 14 años de enfermera o bombera sexy. La normalización de este tipo de situaciones deja patente el camino pendiente en la lucha contra el machismo.

No suficiente con ello, con esta hipersexualización también vamos cargándoles la mochila desde bien pequeñas con esterotipos y expectativas sobre lo que de ellas se espera. Mujeres, eternas cuidadoras, femeninas (con el prisma tan rígido que se tiene en nuestra sociedad de lo que es femenino y lo que no), vestidas de una manera determinada, con colores concretos, maquilladas, con tacones… A todo ello, además, se suma la extendida noción de que hay cosas de niñas y cosas de niños, y nuestras alarmas saltan cuando un pequeño quiere disfrazarse de Frozen o una pequeña de Spiderman, alarmas que no son tales cuando encontramos disfraces sexistas, porque son aspectos que tenemos demasiado interiorizados y normalizados. Son niños, dejémosles serlo mientras puedan. Ya tendrán tiempo de crecer y darse de bruces con las exigencias sociales.

Apliquemos la regla anterior… Acudimos al comercio de turno en busca de un disfraz para nuestro pequeño y encontramos el de policía cachondo, bombero seductor, capitán canalla… ¿qué pensaríamos? ¿ridículo verdad?

A nivel pedagógico queda mucho por recorrer. En las aulas seguimos encontrándonos que muchos chicos y chicas conciben que existe una manera correcta de ser hombre o mujer, cuando la realidad es, que lo normal, es ser diferente, y que habrá tantas formas de ser chico o chica como personas en el mundo.

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