El machismo que no se ve

El machismo que no se ve

Rioja2

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Balones para niños y muñecas para niñas, anuncios en los que las mujeres son las que limpian y cuidan de los niños y los hombres mantienen el hogar, canciones sobre mujeres sumisas...muchas veces no los percibimos, pero los micromachismos están en nuestro día a día y en la forma en la que vemos e interpretamos el mundo. Y es que, según la historiadora, escritora y crítica de cine María Castejón, todavía queda mucho por hacer para eliminar estereotipos tan arraigados.

Nos llevamos las manos a la cabeza con la violencia de los hombres contra las mujeres, pero ¿reconocemos el machismo en situaciones cotidianas?

Los asesinatos de mujeres por la violencia de género son la consecuencia más brutal y más sangrante de una sociedad desigual. Pero hay muchas más: la violencia económica y laboral (brecha salarial, techo de cristal), violencias sociales (el no acceso al tiempo de ocio, escasa presencia en el espacio público) o la violencia simbólica (las infrarrepresentaciones de las mujeres en los medios de comunicación, invisibilidad general de las mujeres en los medios, en los libros de Historia). Los ejemplos son por desgracia demasiado abundantes.

Identificamos muy fácil la violencia con resultado de muerte. No obstante, es necesario apuntar que el tratamiento de los asesinatos machistas en los medios de comunicación no se dan de forma correcta. Se habla de muerte cuando en realidad son asesinatos, se incide en los (supuestos) asesinos y en sus circunstancias en lugar de informar sobre las causas estructurales que posibilitan la violencia, se habla de si las mujeres asesinadas habían puesto denuncia previa, cuando la realidad nos demuestra que este hecho no garantiza la protección, se habla de la nacionalidad de la asesinada como si esto fuera relevante...En definitiva, hay un gran desconocimiento del tema y en ocasiones se cae en el sensacionalismo y se considera la violencia de género algo que debe estar en la sección se sucesos.

Dicho esto, se nos escapan múltiples de violencias sutiles que todas las personas cometemos en nuestro día a día. No porque estas clases de violencias sean menos graves, sino porque las asumimos con naturalidad. Por ejemplo cuando vemos a una niña siempre decimos ¡qué guapa! y cuando vemos a un niño decimos ¡que travieso!. Nos parece natural regalar una muñeca a un niño y un balón o un camión a una niña. Si vamos a una tienda a comprar un regalo nos preguntan si es para un niño o una niña. Y todas estas cosas, además de incidir en el binarismo, retratan una sociedad que asume que las diferencias entre niños y niñas son naturales cuando en realidad son construcciones sociales.

Luego hay muchos ejemplos más; ir a un bar un chico y una chica, pedir una caña y una coca-cola y que le pongan la coca-cola a la chica, que pague la chica y le devuelvan los cambios al chico....Dan risa, pero revelan unas creencias y unos estereotipos muy arraigados.

Todo comienza con la educación. ¿Las cosas están cambiando con respecto a otras generaciones o todavía el machismo impregna la forma de educar a niños y niñas? Por ejemplo, con los cuentos, o con los regalos de muñecas para las niñas y coches para los niños.

Como ya hemos comentado, la diferenciación entre niños y niñas y la diferenciación de roles es un hecho y nos remite al esencialismo y a una organización de la sociedad en el que las niñas juegan con muñecas, cuidan y juegan a los cromos y ocupan un espacio mínimo. Por el contrario a los niños se les identifica con la acción, con los juguetes que tengan que ver con el espacio público y el aire libre. Y se nos vende esta organización como si fuera la mejor y la más natural. Es algo que vemos que siempre ha existido, pero que vemos con una inusitada virulencia en la actualidad. Tanto que podemos incluso hablar de #terrorismorosa. Es un concepto quizá excesivamente grueso, pero lo utilizo porque creo que nos alerta sobre un fenómeno que sigue. Si vais a un supermercado podéis ver kinder sorpresa ¿rosas y azules?

Con los cuentos pasa lo mismo. Hace poco, la editorial Susaeta lanzó una colección de libros dirigidas a niños y a niñas. Claro, los libros de niños eran azules y nos remitían a príncipes en caballo y a niños que actuaban, y los de niñas, rosas, que trataban sobre princesas sumisas que esperan al príncipe azul. Les estamos inoculando a nuestros niños y niñas el mito del príncipe azul, tan perverso para niñas como para niños desde su más tierna infancia.

Afortunadamente hay iniciativas como la de “Érase dos veces” que están reinterpretando y reescribiendo los cuentos clásicos como Cenicienta, Blancanieves, La Sirenita, Los tres cerditos desde un punto de vista muy inteligente y divertido. Cuestionan los roles de género, tanto femeninos como masculinos desde un punto de vista nada dogmático e integrador. Son unos materiales altamente recomendables que inciden en un punto de vista muy positivo.

¿Y los adolescentes? ¿también ellos reflejan conductas machistas?

Los y las adolescentes asumen conductas y comportamientos machistas de la misma manera que los asumimos el resto de integrantes de la sociedad. Estudios e investigaciones los y las señalan como una generación más machista que ninguna. Creo que este planteamiento es injusto. Estoy convencida de que si estas encuestas o estudios se nos hubieran aplicado a otras generaciones cuando éramos adolescentes hubiera arrojado el mismo resultado. Incluso peor. Estoy muy en contacto con adolescentes y veo que parte de ellos y ellas saben qué es el feminismo, al menos han oído hablar de él, algo que en mi generación no pasaba. Con 15 años yo no tenía ni idea de que existiera la palabra feminismos.

Algo que caracteriza a esta generación de adolescentes el el hecho de que vivan enganchados a las redes sociales y al wassap -como las personas adultas- y esto sin duda marca un escenario nuevo. El control es mucho más efectivo. Debemos trabajar con ellos y ellas temas de igualdad pero también temas de uso de redes y de ser críticos y críticas en la sociedad de la información. Son temas que nos están incluidos en los planes de estudio. Y es una lástima, porque debería existir un enfoque integral que fuera capaz de educar una ciudadanía crítica desde la perspectiva de género.

También se observan micromachismos en la forma en la que asumimos los roles de género: los hombres no lloran, las mujeres son más débiles.

Sí, claro, como venimos comentando, los roles y estereoptipos de género que vemos en las ficciones televisivas, cinematográficas y en programas de telerrealidad nos socializan en estos roles diferenciados, Es más de lo mismo. La televisión contribuye a esto, con programas en los que se asume que es la mujer la que tiene que cocinar y limpiar.

¿Y la publicidad? ¿También presenta estereotipos sexistas? ¿Y la música?

La publicidad se basa en estereotipos sexistas. Es curioso que el cine haya evolucionado y la televisión también, pero la publicidad que es lo que más nos llega, de lo que no podemos escapar, perpetúa los estereotipos sexistas basados en la división sexual del trabajo: las mujeres paren, crían y hacen la compra, se ocupan de la casa. Ya no son mujeres tradicionales, incluso pueden trabajar, pero el trabajo doméstico todavía es su responsabilidad. Los hombres son triunfadores, trabajan, tiene éxito. Son lo más.

La publicidad además sólo representa la realidad heterosexual, como si fuera la única opción de vida.

La conciliación sigue siendo una asignatura pendiente. Todavía son mayoría las mujeres con respecto a los hombres con reducciones de jornada y excedencias para el cuidado de los hijos. ¿todavía se asume que la crianza y la educación de los hijos es algo exclusivamente femenino?

Sí, todavía consideramos como sociedad que la crianza es una cuestión de las mujeres. La conciliación es un mito. Prefiero hablar de corresponsabilidad, de las responsabilidades de crianza compartidas. Las leyes están preparadas para que concilien las mujeres que tiene que hacer malabarismos, algo que es muy cruel. Tal y como está organizado el mercado laboral neoliberal y capitalista es toda una heroicidad optar por ser madre y no renunciar a un trabajo o intentar hacer carrera en tu profesión.

El machismo no sólo es cosa de hombres, hay muchas mujeres machistas.

Si claro, el patriarcado es algo universal. No por ser mujer se es feminista. Si todas las mujeres fuéramos feministas hace ya tiempo que hubiéramos protagonizado una revolución tan total e integral como la feminista. Ser feminista, definirte como feminista es un punto de no retorno. Supone vivir una vida mucho más plena, pero es una vida muy jodida y complicada. Eres la incómoda, la que no se ríe de los chistes de tetonas que rulan por los grupos de wassap. Supone adquirir una responsabilidad que no todas las mujeres están dispuestas a asumir. También os digo que los feminismos no son algo que nos ataña en exclusiva a las mujeres. Es algo que debe ser responsabilidad de toda la sociedad.

El feminismo es el único movimiento pacífico que ha revolucionado las vidas personales de los hombres y de las mujeres. Necesitamos muchas más personas feministas.

¿Qué piensas cuando, tras una muerte por violencia machista, surgen comentarios hablando de la violencia contra los hombres o las denuncias falsas de mujeres?

Me cabreo mucho, porque no existe violencia de género contra los hombres. La violencia de género implica -es algo que recoge la Ley Integral de Violencia de Género del 2008- reconocer unas estructuras de poder desigual en las que los hombres ostentan una autoridad específica por el mero hecho de ser hombres y la utilizan contra las mujeres. Esto es algo que tenemos que asumir como en su día asumimos que existía la violencia terrorista de ETA que mataba a personas por el mero hecho de ser políticos o pertenecer a los cuerpos de seguridad del Estado. En ese caso hubo un consenso. Costó, pero hubo un consenso.

Los datos de violencia de mujeres hacia los hombres siempre son inexactos. No conocemos apenas casos con resultado de muerte. Algo que sí que conocemos en el caso de mujeres asesinadas, que por cierto son espeluznantes.

El grado de democracia de las sociedades se mide entre otros parámetros según cuál sea la presencia de las mujeres en todos los ámbitos; políticos, sociales, culturales, religiosos...En estos momentos, España no es un país del todo democrático ya que mientras exista tanta subordinación no es una democracia sana.

Ahora mismo estoy pasando mucha vergüenza ajena viendo los debates de investidura fallidos. Las reivindicaciones de las mujeres no son una prioridad, y en ningún momento se escucha la necesidad y prioridad de un pacto de estado contra la violencia de género. Suena todo tan viejuno y caduco.

María Castejón escribe sobre cine y series en Píkara Magazine y en ww.fotogramasdegenero.com. También puedes seguirla en su web www.mariacastejonleorza.com y en su blog www.lasprincesastambienfriegan.com.

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